El antiguo cine Imperial de Maipú ahora mira al futuro

El Incaa lo equipó con un proyector de películas 3D, una nueva pantalla y sonido Dolby estéreo. Dos protagonistas de su pasado recuerdan los días de esplendor de la sala.

El antiguo cine Imperial de Maipú ahora mira al futuro
El antiguo cine Imperial de Maipú ahora mira al futuro

Como en la inolvidable película italiana “Cinema Paradiso”, los duendes han vuelto al histórico cine Imperial de Maipú, recuperado en 2013 por la comuna.

La cita para conocer el pasado de esta sala fue la presentación de las recientes incorporaciones tecnológicas que ha recibido el antiguo biógrafo de la calle Pescara, que sumó a su oferta la proyección de películas 3D y el sonido Dolby, al estilo de las grandes salas comerciales.

Los evocadores del pasado del Imperial fueron Carlos Arroyo Bertona (73) y Norma Gladys Lucero (66), estrechamente vinculados a la sala barrial que abrió sus puertas en abril de 1934.


Un chico parecido a Totó
Carlos Arroyo vivió cosas parecidas a 'Totó', el encantador niño de "Cinema Paradiso", que hizo las mil y unas para entrar a la sala de proyección que comandaba Alfredo en la película.

“Yo nunca trabajé en el Imperial, pero pasé mucho tiempo entre sus paredes”, contó Carlos mientras miraba los ajustes que los técnicos de Buenos Aires hacían en la nueva maquinaria. “A los 11 años aparecí por el cine, de la mano de Oscar Lucero, quien me encargó, junto con otros pibes, la distribución de volantes con la programación por las casas del vecindario

El pago era entrar gratis a la función del domingo en el ‘gallinero’ (las gradas más altas del edificio, y las más baratas), pero mi verdadero deseo era conocer cómo se proyectaba una cinta. Yo miraba el orificio por donde salía el haz de proyección y hasta me asomaba un poco, como hacía el Totó de Giuseppe Tornatore. Era el ámbito de trabajo de José ‘Pepe’ Búmbalo, el operador de aquel entonces, el dueño de la cabina, el Alfredo que inmortalizó Phillip Noiret”.

Arroyo pronto comenzó a ser el ayudante de Pepe. Tanto se familiarizó con la cabina de proyección y sus secretos, que en ocasiones se encargaba de alguna proyección, por supuesto de 35 mm. Sin embargo, su primera tarea fue mucho más tediosa: rebobinar los rollos. “Como no alcanzaba para mirar lo que estaba pasando, Pepe me puso una tarima para elevar mi estatura; rápido aprendí a empalmar la tira cuando se cortaba la película”, añadió.

Como el hombre orquesta que fue, en la organización del Imperial le tocó también ser caramelero, acomodador y vendedor de entradas. Con los años se dedicó a la electrónica y llegó a armar un proyector portátil, y con ese equipamiento realizó funciones en cines de zonas rurales.

Nacer entre bambalinas
Por su parte, Norma nació en el propio cine, en una casa que ocupaban sus padres en la azotea del edificio. No fue por mucho tiempo, pero reconoce que le quedó para siempre esa marca distintiva: venir al mundo en un lugar tan mágico como un cine. Su padre, Oscar Lucero, era el encargado y gran sostenedor de la empresa. Y Era hijo de uno de los socios fundadores de la firma, Cirilo Lucero.

“Cuando nos mudamos -rememora la entrevistada- yo era chiquita, pero a los 6 o 7 años tuve conciencia de la relación del cine con mi papá. Al transcurrir el tiempo, de jovencita, asistía a la matiné a ver las películas de Palito Ortega y Sandro”.

Esa cercanía con la actividad, le permitió a Norma, cuando aun era una nena, conocer a algunos artistas, como Luis Sandrini, su hermano Eduardo y Malvina Pastorino. “El popular Felipe me hizo ‘upa’ y su impermeable Perramus quedó olvidado en el perchero del local, y pasó a ser una de las reliquias que conservamos en mi casa hasta que se extravió de nuevo”, relató.

“Mi padre vivió para el cine, de lunes a lunes, estaba siempre aquí y muchas veces se perdía encuentros familiares por esa dedicación. Y cuando iba a alguna reunión, el tema obligado de charla (con su cuñado Mario Paoletti) era la referencia a las las cintas que llegaban de Buenos Aires, el bordereaux (recaudación de la boletería) o cómo andaba tal o cual sala. Cuando la proyección de películas comenzó a decaer, por la irrupción de la TV blanco y negro, él se entristeció mucho. La actividad ya no era la misma”.

"Estamos poniendo un verdadero Fórmula 1"

Aunque todavía se conserva el viejo proyector de  35 mm, el Imperial incorporó un proyector digital 3D, cómplice de aquella vieja reliquia que hizo conocer infinitas historias en papel fílmico.

El equipo fue instalado por técnicos del Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales (Incaa), que equiparon al cine también con una nueva pantalla y sonido Dolby 7.1.

“Estamos poniendo en este escenario un verdadero Fórmula 1. Este proyector igualará a las mejores salas del cine comercial. Se podrán proyectar las más nuevas realizaciones, con hasta 48 cuadros por segundo, el doble de información que posee la tecnología analógica, lo que ofrece una experiencia visual única”, explicó Esteban de Lior (24), jefe técnico de la empresa que se encarga de los equipos 3D y capacitador de Germán Castilla (39), el actual proyectorista del Imperial.

Además del proyector digital, se ha sumado una nueva pantalla compatible con las necesidades visuales del 3D, con mayor capacidad de refracción y microperforada. También se colocó  un nuevo sonido Dolby estéreo. Todo fue cedido por el Incaa en comodato.

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