La ayuda llegaba este jueves con cuentagotas a las localidades devastadas por el seísmo y el tsunami en la isla indonesia de Célebes, donde los responsables humanitarios alertaban sobre los numerosos niños "traumatizados" tras haber quedado separados de sus familias por la tragedia.
Según el último balance de las autoridades, 1.411 personas murieron y más de 2.500 resultaron heridas en el terremoto de magnitud 7,5, seguido por un tsunami, que golpeó la isla el pasado 28 de septiembre.
En la región de Palu, una localidad de 350.000 habitantes en la costa occidental de Célebes, los edificios quedaron derruidos. Las vías de acceso están muy dañadas y la ayuda va llegando con cuentagotas a una ciudad escenario de saqueos.
Policías armados vigilaban las gasolineras para mantener el orden en las largas filas de espera. Camiones que transportaban ayuda a Palu fueron saqueados, según la prensa.
En un principio, las autoridades hicieron caso omiso de estos actos, pero al final la policía arrestó a decenas de presuntos ladrones y el ejército advirtió que abriría fuego contra todo aquel que fuera sorprendido robando
Los servicios de rescate seguían tratando de encontrar supervivientes entre los escombros pero, seis días después de la catástrofe, cada vez quedan menos esperanzas. Las autoridades estiman que más de un centenar de personas están desaparecidas.
Al menos 600.000 niños se han visto afectados por el desastre, según la ONG Save the Children, que alertó sobre la situación de los que han quedado huérfanos o separados de sus familias.
Save The Children explicó que muchos niños dormían en la calle en Palu y añadió que era urgente identificarlos y reunirlos con sus padres.
"Es difícil imaginar una situación más espeluznante para un niño", declaró Zubedy Koteng, asesor para la protección de la infancia de esa oenegé, presente en Palu.
"Numerosos niños están conmocionados, traumatizados, solos y aterrorizados. Los jóvenes que buscan a eventuales familiares supervivientes habrán visto y vivido
experiencias horribles que ningún niño debería ver", agregó.
Por otro lado, las autoridades trataban de responder a las necesidades de los habitantes de productos de primera necesidad, mientras que las oenegés extranjeras desplegaban equipos en las zonas afectadas.
Casi 200.000 personas necesitan ayuda humanitaria urgentemente, según la oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA). Se calcula que 66.000 viviendas fueron destruidas.
En un primer momento, el gobierno indonesio rechazó la idea de aceptar ayuda internacional, asegurando que su ejército podía hacerse cargo de la situación. Pero, cuando se conoció la magnitud del desastre, el presidente Joko Widodo aceptó que el despliegue de organizaciones de ayuda humanitaria y el apoyo de gobierno extranjeros.
Pese a todo, sigue siendo difícil abastecer a los supervivientes, hambrientos y con sed, de esa preciada ayuda.
En los días que siguieron al tsunami, el aeropuerto de Palu solo estuvo abierto para los aviones militares. Pero, el jueves, se autorizó el tráfico limitado de aviones de línea, dando prioridad a los humanitarios.
La ONU ha prometido 15 millones de dólares de sus fondos de emergencia. La Cruz Roja anunció el envío de tres navíos cargados de víveres y material, incluyendo utensilios de cocina, tiendas, bolsas para cadáveres y mosquiteras. De Singapur a Reino Unido, numerosos gobiernos extranjeros prometieron su asistencia
Ida Dewa Agung Hadisaputra, un oficial del ejército de alto rango encargado de la logística en la región, subrayó que la ayuda estaba llegando.
"La ayuda llega de diferentes fuentes, como, por ejemplo, las autoridades locales de Célebes y las empresas públicas", afirmó.
Por otro lado, se restableció la electricidad en algunos barrios de Palu, las redes telefónicas funcionaban de nuevo y algunos mercados reabrieron sus puestos.
Aún así, para la mayoría de la gente, su vida diaria ha cambiado completamente. Los habitantes esperan para conseguir el agua y el dinero que distribuyen las autoridades.