Albert Camus dijo una vez que "los mitos tienen más poder que la realidad. La revolución como mito es la revolución definitiva". Esta frase muy bien puede ajustarse al legado dejado por Violeta Parra.
Y 2017 es un año importante para redimensionarla históricamente, tanto como genio y figura, como mito y persona real. Es que, por un lado, el 5 de febrero se cumplieron los 50 años de su fallecimiento y, por otro, el 4 de octubre próximo se conmemorará un siglo de su natalicio. La vida y la muerte coincidiendo. Es "la risa y el llanto" que ella misma declama en "Gracias a la vida".
Violeta cumple cien años y tanto en su país natal como en varias capitales mundiales, hay planes de reconocimientos que se repartirán a lo largo del año.
Por un lado se están reeditando biografías y libros académicos -el señero "Violeta Parra. Lieder aus Chile", de 1978, de Manfred Engelbert, se ha relanzado con traducción al español- y muchas cantoras y agrupaciones latinoamericanas la están grabando (Natalia Lafourcade grabó una hermosa versión de "Qué he sacado con quererte").
Aunque el epicentro principal estará agitándose por Chile, la octava edición del festival godoicruceño “Cantar opinando”, se suma al recuerdo de Violeta y su “canción comprometida” con un homenaje en manos de las visitas trasandinas de Pascuala Ilabaca, acompañada de la banda Fauna.
Artista multidimensional
Pocas personalidades artísticas se reconocen por influir tanto por su vida personal, así como por su relación con el contexto social, político y musical de su país, lo que le ha dado a Violeta Parra una dimensión a veces contradictoria, repleta de claroscuros, deslizándose entre el reflejo de una heroína trágica, una cantante de izquierda, un estandarte ideológico, una personalidad de culto, tan amada como despreciada, desconcertante y misteriosa.
Como suele pasar con el relato de los grandes cantautores, las fuentes sonoras de su cuna repleta de sangre de poetas y cantores, la definieron contundentemente. Se crió en un pequeño pueblo llamado San Carlos, al sur de Chile y de niña escuchó las clases de su padre Nicanor, un profesor de música y con su madre, Clarisa, aprendió las canciones de los campos. De uno vino el pentagrama académico y del otro la cueca regional.
Allí todos, los diez hermanos habían aprendido a cantar. Y Violeta, ya a los 9 años, ensayó los primeros acordes de la guitarra y no tardó en componer sus primeras canciones.
A los 35 años, la vida de Violeta se vuelve radicalmente itinerante. Era 1952. Hasta ese momento había cursado dos años en la Secundaria en Escuela Normal de Santiago y, como aficionada a las rutinas de los trovadores, trabajó en circos, quintas de entretenimiento, bares y salones de barrio. Ese año se casó con Luis Cereceda y comienza a recorrer zonas rurales recopilando música indígena y criolla, que hasta ese momento se conservaba en estado oral y Violeta se empeñó en grabarla y escribirla.
Su trabajo antropológico la llevó a descubrir un universo de sonidos y letras escondidas que resultó la base de inspiración de sus primeros repertorios cantados e instrumentales, mientras estaba edificando su figura de artista multidimensional, más allá de la guitarra, como ceramista, pintora, escultora y bordadora.
Dos años después, su fuerte naturaleza nómade la lleva a visitar la Unión Soviética y varios países europeos, quedándose a vivir en Francia por un par de años, país en el que graba por primera vez su música, expone sus tejidos en el Museo de Louvre y se rodea de la intelectualidad bohemia, mientras actuaba en salones del Barrio Latino, en programas de radio y televisión y en festivales organizados por la Unesco.
Fue un momento de muchos viajes de ida y vuelta, que incluyeron.Finlandia con sus hijos Isabel y Ángel y, hasta 1967, su figura se alzó como una intérprete reconocida en todo el Viejo Continente.
En aquellos años protagonizó un documental para una productora suiza y, de vuelta a América, recorre Bolivia y todo el sur chileno. También inaugura su Centro de Arte en una carpa en el barrio La Reina de Santiago y graba varios discos de música instrumental.
El 5 de febrero de 1967, deprimida y sola, se encierra en su carpa y allí, a los 49 años, se dispara un tiro en la sien. Al día siguiente, más de diez mil personas desfilan en su entierro llorando y cantando sus canciones.
Tuvo amores tormentosos, una infancia y un matrimonio no tal dulce. Sufría de esa incomodidad de diferencia de clases típica de la sociedad chilena. Fue una necia investigadora del cancionero popular de los pueblos y en su escalada ciclotímica de decadencia y éxitos, se transformó en una de las grandes renovadoras del folclore latinoamericano, y de paso nos dejó "Gracias a la vida", uno de los himnos sudamericanos más escuchados del mundo.
De Chile con el corazón
La reconocida cantautora residente de Valparaíso, Pascuala Ilabaca, se ha convertido a sus 32 años en una de las voces indie y world music más conocidas de Chile.
En 2008 ella debutó con un disco independiente y original llamado “Pascuala canta a Violeta”, acompañada por el percusionista Jaime Frez (con quien Pascuala conforma el dúo Samadi) y Cristian Retamal. Esta antología se destaca por integrar temas poco conocidos de Violeta, dejando de lado a propósito sus temas iconográficos y Pascuala los reversiona en un estado de fusión entre lo acústico de raíz y lo rockero, con batería, guitarra eléctrica e instrumentos étnicos variados como el tormento, el pandero y los mapuches trutruca y trompe, destacándose “La tormentosa”, “El guillatún”, “El gavilán”, “Arauco tiene una pena”, “Y arriba quemando el sol”, “Puerto Montt está temblando”, “Teneme en tu corazón”.
Esta será una oportunidad especial para escuchar canciones menos conocidas de Violeta con arreglos muy cuidados, así como de las que recopiló en sus búsquedas por las cordilleras chilenas.
Pascuala tocará esta noche con su banda Fauna (Cristian Pestaña Retamal en guitarra, Christian Chino Chiang en bajo, Miguel Razzouk en saxofón y Jaime Frez en la batería, todos músicos de Valparaíso), con la que ella ya ha grabado cinco álbumes. El último, “Rey Loj”, está promocionándose actualmente con una gira continental.
El colectivo
Este año, las expresiones musicales que tendrá el festival Cantar Opinando se reparten entre el folclore, el rock y el pop formando una trilogía de estilos.
Tocarán, por un lado, la cantautora María Fernanda Aleman, presentando su recién lanzado material "Circulando", una colección de folk, rock y electrónica.
También se sumará el cantautor Marcelino Azaguate con el repertorio de su reseñado álbum de raíz indígena "Hierro y barro", la placa que lo ha mantenido en gira desde hace un año por escenarios de Europa y América Latina.
Y para llenarnos de ritmos caribeños y balcánicos, actuará la ascendente big band La Skandalosa Tripulación, que realizará en esta oportunidad un homenaje a su desaparecido integrante, su carismático líder Rodrigo "Cebolla" Cara, fallecido en diciembre del año pasado. Un regreso a los escenarios que merece aplausos.
La ficha
8a. edición Festival del Cantar Opinando, en el Centenario de Violeta Parra.
Día y hora: hoy, desde las 21.
Lugar: Teatro Plaza (Colón 27, Godoy Cruz).
Artistas: María Fernanda Aleman; La Skandalosa Tripulación (tributo musical a "Cebo Cara"); Marcelino Azaguate; Pascuala Ilabaca y Fauna (Chile).
Entrada gratuita: retirar invitaciones en la boletería del teatro.
Organiza: Municipalidad de Godoy Cruz.