El amor en tiempos de patria

Nuestra historia está plagada de vivencias románticas, típicas del siglo XIX. Aquí, algunas de ellas.

El amor en tiempos de patria
El amor en tiempos de patria

Tomando como excusa San Valentín decidimos realizar un recorrido por algunas anécdotas de amor que durante la primera mitad del siglo XIX modificaron la vida de los que hicieron historia.

En 1817, luego de algunos meses de declarada la Independencia el Congreso se trasladó a Buenos Aires y Godoy Cruz -uno de nuestros representantes- acompañó al resto de los diputados a la capital porteña. Casi inmediatamente el prócer mendocino se enamoró de Victoria Ituarte, sobrina de Juan Martín de Pueyrredón. A pesar de sus embestidas amorosas, la mujer lo rechazaba pues estaba comprometida en secreto con Manuel Hermenegildo Aguirre, uno de los creadores de la pirámide de Mayo. 

Godoy Cruz habló con su amigo Pueyrredón, quien hizo todo lo posible por convencer a la joven de aceptarlo. Incluso, utilizando su poder como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, obligó a Aguirre  a ir en misión a Estados Unidos.

A modo de respuesta, Victoria se encerró en su hogar, negándose rotundamente recibir a Don Tomás y esperó más de un año el retorno de Manuel. Casándose de inmediato.

Entre los frutos de aquel amor se encuentran Victoria y Silvina Ocampo, quienes fueron sus bisnietas.

Con muy poca elegancia Godoy Cruz arremetió contra Pueyrredón, despreciándolo por el resto de sus días. En un mensaje a San Martín, este último, señaló: "Debe usted saber que este joven que fue amigo íntimo, se convirtió en enemigo. Solicitó casarse con una sobrina, me interesé en su enlace, pero (...) desde que él vio destruida la esperanza, se retiró de golpe de la casa y empezó a dejarme ver un semblante de desagrado. ¿Lo cree posible? Pues juro a usted, ante el sol, que no ha habido ni hay más un comino entre los dos".

Quien no tuvo necesidad de encomendarse a chaperón alguno fue Pancho Ramírez. Y mientras Godoy Cruz regresaba a Mendoza indignado, Pancho escapaba hacia Córdoba, perseguido por órdenes de su antiguo aliado, Estanislao López. Aun cuando la presencia de Ramírez por nuestra historia fue breve - solo dos años- la muerte lo envolvió en un halo romántico mitificando toda su existencia o justificándola, como suele hacer el amor.

Durante el escape llevó consigo a Delfina, una hermosa portuguesa que había raptado en Brasil y tomado por amante. El 10 de julio fueron alcanzados. Un norteamericano llamado John Anthony King combatía junto a él y nos cuenta qué sucedió entonces: "...en un instante nos encontramos combatiendo por todo el perímetro de un círculo común, pues el enemigo nos había rodeado completamente.

Durante la refriega recibí un golpe en el pecho, con el mango de un mosquete, que me fracturó las costillas y me derribó en tierra. Al intentar levantarme, fui amarrado por dos personas, y al mirar a mi alrededor, vi a varios compañeros nuestros prisioneros como yo, y entre ellos al general Ramírez. La pelea duró sólo algunos momentos, y sin embargo a mi alrededor estaba la tierra sembrada de muertos y agonizantes, pues el hombre que era encontrado en actitud de resistir era degollado.

¡Pobre Ramírez! Todos presenciamos su suerte. Aquellos carniceros no necesitaron ceremonia alguna (...) se lo condujo al frente de los pequeños restos de su propio ejército, con los brazos atados, se le colocó un centinela a su lado y una hilera de soldados que marchaba a su retaguardia.

Levanté mis manos al cielo y murmuré una oración por su alma. No pronunció palabra; pero cuando el valiente se arrodilló delante de sus asesinos, me dirigió tan larga y ardiente mirada que jamás la olvidaré, y un instante después cayó frente a mí [ejecutado por una bala]. El degüello del bizarro oficial se llevó a cabo, pero el valiente designio de su asesino no estaba cumplido. La cabeza de Ramírez fue separada del tronco en ese mismo lugar, y como supe después, paseada como un trofeo". 

Gregorio Aráoz de La Madrid, también presente, escribió en sus memorias "murió Ramírez por defender o salvar a una mujer que llevaba y que había caído en manos de los soldados de López que le perseguían; sin ese incidente habríase salvado". Así delante de sus hombres se desplomó para siempre Pancho. Su cabeza fue enviada de inmediato a López quien la colocó en una jaula y la expuso en el cabildo de Santa Fe.

Y mientras la extremidad macabra se balanceaba en las puertas del edificio santafesino, en Entre Ríos Norberta Calvento -prometida de Ramírez- comenzó un martirio que sólo acabó con su propia muerte. Para ella, todo se detuvo aquel 10 de julio de 1821. Jamás dejó el luto por Francisco. Probablemente, el dolor la carcomía cada vez que sabía cerca a Delfina, ambas vivieron durante muchos años en el mismo pueblo. En septiembre de 1880, con noventa años Norberta sintió que el fin estaba cerca y decidió prepararse.

Murió con su traje de novia, como lista para encontrarse con Pancho. Fue sepultada vistiéndolo.

Pero no todas las historias de amor fueron tristes o inexistentes dada la falta de reciprocidad. El capítulo romántico en la vida de Juan Manuel de Rosas comenzó en 1813 cuando decidió casarse con Encarnación Ezcurra y Arguibel. El rostro de la joven lucía un aspecto más bien viril. Lo cierto es que el temperamento fuerte, decidido e impetuoso de la dama lo atrapó.

Doña Agustina, madre de Rosas, la rechazó y se opuso al matrimonio. Entonces los enamorados idearon un plan. Juan Manuel dejó una carta a la vista de su madre, quien obviamente la revisó. En ella Ezcurra decía estar embarazada. Tres semanas después los jóvenes se desposaron. Como señala más de un autor, para la familia fue el embarazo más largo de la historia, pues el bebé nació catorce meses más tarde.

A pesar de las tentaciones a las que siempre lo expuso el poder, Rosas fue hombre de una sola mujer hasta la muerte de Encarnación. 

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