Los niños aman a los animales. Podrían observarlos durante horas y les encanta jugar con ellos y abrazarlos. "En principio hay que abogar por que los niños crezcan rodeados de animales", afirma Marion Dudla, de la Asociación Alemana para la Defensa de los Animales, para quien es un hecho que los perros, gatos y conejos pueden ser amigos fieles de los niños y niñas.
"Además los niños pueden aprender algo de ellos y se ven reforzados en su desarrollo", asegura la experta.
Estudios varios apuntan a que los animales domésticos refuerzan las competencias sociales de los niños, para quienes tener una mascota a su cargo supone, por ejemplo, una forma de aprender lo que es asumir responsabilidad.
Además, cuidar a un animal puede tener un efecto positivo sobre la autoestima y enseñar a los niños a tener en consideración las necesidades de los demás.
"Un animal doméstico contribuye a menudo a que los niños desarrollen respeto y comprensión en favor de los animales y entiendan lo dignos de protección que son", añade Jan Peifer, de la Asociación Alemana de Ayuda a los Animales.
Independientemente de ello es importante que la decisión a favor de un animal doméstico no se tome a la ligera. Antes de cumplir los deseos del niño, los padres tendrían que analizar si este es lo suficientemente maduro como para ocuparse de un animal.
"Los padres deben tener claro que no son el niño sino ellos mismos los que asumen la responsabilidad principal sobre el nuevo miembro de la familia", afirma Detlev Nolte, del Círculo de Investigación sobre Animales Domésticos y Sociedad.
Son los padres los que deben explicar a su hijo la manera de cuidar al animal, e intervenir en el caso de que se cometan errores. Por ello, se debe encontrar una especie animal que guste a toda la familia.
Además del factor simpatía, es muy importante que haya suficiente espacio, tiempo y dinero para atender al nuevo habitante de la casa. Además, no todos los animales son adecuados para los niños: "Los hámster sin duda no lo son, pues son muy activos por las noches y necesitan tranquilidad durante el día", dice Peifer.
Antes de elegir el animal, también es importante aclarar qué es lo que espera el niño, si lo quiere para jugar, para abrazarlo o sobre todo para observarlo. Según para lo que se quiera serán más adecuadas unas especies u otras, como muestran el siguiente resumen:
PERROS: Los perros son fieles y leales y son adecuados para los niños siempre y cuando no se trate de razas difíciles. "Buscan el contacto con sus amos y se dejan acariciar. Esto es genial para los niños", explica Daniela Rickert, de la Asociación Veterinaria para la Defensa de los Animales.
A los perros les gusta moverse, son juguetones y les gusta aprender trucos, lo que los convierte en el compañero de juegos ideal. Sin embargo, los padres no deben olvidar que los perros necesitan mucha atención.
Tan sólo para sacarlos a pasear hay que planear dos horas diarias. Además, necesitan ser adiestrados convenientemente para que sean obedientes. Los niños pueden cuidar por sí mismos de los perros como muy pronto a los 12 o 13 años.
GATOS: Los gatos no son tan cariñosos como los perros y no se dejan amaestrar. Sin embargo, pueden enriquecer igualmente la vida de los niños. "Los gatos son muy tiernos y les gusta que les acaricien", dice Rickert.
Los animales pueden proporcionar además consuelo y tranquilidad. "Lo que debe estar claro es que los gatos son muy independientes y desaparecen cuando no les gusta algo. Eso es algo que los niños deben afrontar", dice Nolte. Si un niño es cariñoso y se preocupa por los demás, puede tener un gato ya a partir de los seis o siete años.
HAMSTERS: son graciosos y pueden aportar mucha alegría a los niños. Es importante que no se les críe en solitario y que los niños los traten con cuidado.
"Los conejillos de indias no son animales de peluche a los que les guste que les abracen todo el rato", explica Dudla. Aunque se amansen gracias a un cuidado adecuado, son más bien animales para observar.
Como les gusta explorar paisajes y son muy sociales, es emocionante observarlos. La edad a partir de la cual los niños pueden atender a los conejillos de indias son los ocho años.