El alemán que pintó Los Andes

Rugendas amaba el arte y la aventura. Ambas pasiones lo trajeron a una cordillera que su pintar como pocos.

El alemán que pintó Los Andes

En 1838 llegó a nuestra provincia el gran pintor alemán Mauricio Rugendas, quien se dedicó a imprimir con sus pinceles importantes obras que hoy son muestras gráficas de nuestro pasado.

Bío de un pintor

Se llamaba Johann Moritz Rugendas Nació en Augsburgo, Alemania, el 29 de marzo de 1802. Era hijo de Johann Lorenz Rugendas, director de la Academia de Artes de Munich, y de Regina Lachler.

Se inició con muy temprano en su formación artística como su padre, ingresando posteriormente, en 1817, a la Academia de Munich con solo 15 años. Tiempo después partió a Roma y tomó contacto con la vanguardia romántica, convirtiéndose en amigo de Delacroix.

Pero aparte del arte, existía algo más que a Rugendas le encantaba: la aventura.

Es por eso que partió desde Europa con rumbo a América del Sur como  pintor acompañante de expediciones: así, realizó un primer viaje a Brasil, entre los años 1821 y 1825, con el fin de dibujar paisajes para uso principalmente científico. Regresó unos años después al nuevo continente para realizar un largo viaje, entre los años 1831 y 1847, que lo llevaría por México, Chile, Perú, Bolivia, Argentina, Uruguay y Brasil, para volver definitivamente a Alemania.

Dibujos a lápiz, al óleo,  acuarela, el grabado y la litografía fueron los más relevante de toda carrera.  Sus trabajos fueron de corte costumbrista, de estilo entre romántico y naturalista, son verdaderos testimonios gráficos del pasado latinoamericano, y nos muestran una exuberante belleza natural, la vida de criollos, mulatos e indios, paisajes urbanos, la indumentaria y costumbres americanas, fiestas paganas, escenas callejeras.

Mauricio Rugendas murió en Weilheim, Alemania, el 19 de mayo de 1858, repentinamente de un ataque al corazón.

La calurosa visita

Desde Chile, Rugendas llegó con su amigo Krause  a Mendoza en 1838. Previo a eso, tuvo que realizar en pleno verano el cruce de la cordillera  por el paso  de la cumbre o llamado de Uspallata.

Durante el camino, el joven pintor alemán, realiza varios bocetos con su lápiz  y pinturas de los paisajes cordilleranos. La casucha de la Calavera, al atardecer; el cerro Tolosa en donde realizó la obra en un día, desde la casucha del Paramillo de las Cuevas. Esto generó el llamado de atención de la persona que lo conducía por el camino por el tiempo perdido del pintor .

Un medio día lo costó pintar el Puente del Inca.

Llegó a la ciudad de Mendoza a principios de enero y pudo percibir el duro verano mendocino.

Se levantaba muy temprano para ejecutar sus trabajos con gran maestría. Los vecinos más importantes de la provincia, se acercaron a admirar sus obras y se familiarizaron con el germano.

Paseó por la Alameda y probó exquisitos helados; tomó café en la calle de la Cañada, participó en las tertulias de apellidos de gran linaje.

En total realizó unos diez dibujos con motivos mendocinos entre damas, pobladores de las campañas y alguno que otro retrato inclusive una vista de la "Tebaida" del General San Martín.

El 10 de febrero de 1838 reinician los viajeros desde Mendoza el itinerario que se habían fijado hacia Buenos Aires.

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