Lamentablemente, las ‘urbanizaciones’ que hicieron varios privados en el piedemonte mendocino en los años ’70 en adelante, especialmente en el área de Luján de Cuyo, se están cobrando ahora las consecuencias. Malos desarrolladores al Oeste de la ruta provincial 82 o ruta Panamericana, llenaron la zona de lotes, sin proveer a sus titulares los servicios básicos y necesarios (sobre todo agua potable, cloacas, riego para arbolado por acequias, defensas aluvionales).
Todo creció en el mayor desorden, sin pautas claras y a espaldas de las modernas nociones de ordenamiento territorial. Ahora, los departamentos disponen del Plan Municipal de Ordenamiento Territorial (PMOT) que permite, en principio, optimizar la toma de decisiones sobre los sectores que integran su jurisdicción, en el marco de lo dispuesto por la Ley 8051, con el objetivo de lograr una mejor calidad de vida de los habitantes.
Hoy se está viendo cómo el imprescindible líquido falta o tiene presión muy baja en varios sectores de la ciudad y alrededores. Entre otras razones, por las conexiones clandestinas que existen al Oeste de la Panamericana, en una zona donde se construyeron varios barrios escalonados a lo largo del llamado Camino de la Unión (como lo denominó alguna vez Las Heras y cuando imperaba el conflicto de límites con Luján de Cuyo).
El dato que dio Los Andes el domingo 10/11, es que en ese sector de Luján se pierden 150 litros por segundo o, lo que es lo mismo, 13 millones de litros en cada jornada, volumen que representa casi el 3% del total del líquido potabilizado diariamente. La misma nota indicaba que en época de calor, en el Gran Mendoza se potabilizan 580 mil metros cúbicos, mientras que 13 millones de litros de pérdida equivalen a 13.000 metros cúbicos.
Son entonces muchas propiedades que no tienen enlaces autorizados para captar el agua y la toman de manera irregular de los acueductos que pasan por el lugar. Habrá que ver cuándo el Estado, a través de Agua y Saneamiento Mendoza (Aysam), decida blanquear las uniones ilegales y dar inicio al cobro del servicio a esos habitantes.
Algún día puede pasar lo mismo con los barrios del Oeste de Capital.
Por otra parte, los 13 millones que se pierden en el piedemonte (aunque en realidad van a domicilios), no son las únicas mermas del sistema.
Hay por los menos dos elementos más respecto de la disponibilidad de agua. Una, es natural, por la falta de nieve en la zona de montaña y glaciares, producto del calentamiento global; la restante es el elevado consumo per cápita de los mendocinos, que utilizamos entre 300 y 400 litros diarios por individuo cuando la Organización Mundial de la Salud da como valor óptimo 100 litros por día por persona.
Una posibilidad es que por el momento que se vive desde el punto de vista ambiental, cada ciudadano haga lo posible para bajar el derroche, se castigue severamente a los que usan el recurso de manera dispendiosa y que en un programa de mediano plazo se cobre el agua por volumen y se instalen medidores, cuidando de no repetir la mala experiencia de 1995 cuando se colocaron 100 mil de esos aparatos, que nunca funcionaron, salvo algunas excepciones.
En lo que hay que insistir, para no confundir a los usuarios, es que la falta de agua cruda sin tratar, la de los ríos, no tiene nada que ver con la falta de agua potable. La carencia del recurso se debe neutralizar con un decidido incremento en la inversión para aumentar la producción y en el mejoramiento operativo de la distribución. También debe estudiarse detenidamente el crecimiento descontrolado de los núcleos urbanos.
La única solución, y de mediano y largo plazo -sostienen especialistas- es la inversión de más de 100 millones de dólares en el sector.