Hay quienes, por cuestiones ideológicas, o ignorancia, piensan que la producción de granos, carnes, frutas, hortalizas es el puro resultado de la naturaleza, no el trabajo laborioso e inteligente de incorporación de una notable cantidad y calidad de conocimientos a estas actividades.
Contrariamente a esos criterios, en el mundo de hoy la producción agrícola es esencialmente el resultado de la incorporación de conocimiento científico al desarrollo de semillas, plantas, formas de cultivo, que incluyen sanidad, menor uso de agua, fertilizantes, mejoramiento de la calidad de los suelos, preservación del medio ambiente.
Si algo le ha hecho daño a las ideas y a la cultura económica y social del país es creer que una máquina cualquiera construida con hierros, es más valiosa que una tonelada de soja, el desarrollo de una cepa de vid o nuevas variedades de melones.
Estas consideraciones que para algunos puede parecer "folclóricas", o "teóricas", son necesarias para analizar la situación de las exportaciones de nuestro país, de nuestra provincia y hacer alguna comparación con una nación que nos resulta tan diferente como Holanda. Para ello necesariamente hay que recurrir a algunos números.
El balance comercial de Argentina en 2017 resultó negativo en 8.500 millones de dólares. Esto significa simplemente que compramos al mundo más de lo que vendimos. Las importaciones alcanzaron unos 67 mil millones en tanto que las exportaciones, unos 58,5 mil millones.
Pero lo importante es ver la composición de las exportaciones e importaciones. Un interesante análisis de Marcelo Elizondo, publicado en Clarín Rural, ilustra muy bien al respecto.
Las exportaciones de origen agropecuario obtuvieron un grueso superávit, lo que implica que este sector produjo lo suficiente como para abastecer las necesidades del mercado interno y ha podido exportar por un monto considerable.
Mientras que a la inversa, los sectores manufactureros industriales, mineros y de energía, produjeron menos de lo que se consume y debieron importar para satisfacer al mercado interno.
Estas importaciones se "comieron" todo el superávit del sector agropecuario y son el origen de déficit del comercio exterior de mercaderías.
El principal sector superavitario de nuestro comercio exterior es el de productos alimentarios, donde la soja y derivados, maíz, trigo, carnes, pescado (con un notable crecimiento el año pasado) fueron los más dinámicos.
El 65% de las exportaciones argentinas han sido productos de origen agropecuario. Nuestro país está entre los 10 principales exportadores de alimentos del mundo.
Nuestra provincia, en materia de exportaciones, encaja en este esquema. Mendoza exportó por 1.350 millones de dólares; representa el 2,3% del total del país. De esa suma 92,5% son manufacturas de origen agropecuario, vinos, jugo de uvas y ajo, los principales. El año pasado las exportaciones de aceite de oliva tuvieron un comportamiento destacado.
Para quienes siguen denostando al "modelo agroexportador", conviene mirar los datos de Holanda, un país con una superficie equivalente al 1,7% de Argentina y una densidad de población de 500 habitantes por km2: es el "granero del mundo".
Exporta 80 mil millones de euros de productos agroalimenticios, superado sólo por EEUU. Investigación y desarrollo aplicado a producir, nuevas técnicas, altísima productividad y calidad, reducción del consumo de agua en todos los cultivos.
Líder en la producción de papas, su rendimiento duplica al nuestro en cebollas, tomates, fresas. Es el primer exportador mundial de flores.
Su punto de partida es el centro de desarrollo tecnológico de la Universidad y el Centro de Investigaciones de Wageningen acompañados por cientos de emprendedores dedicados a la agricultura y las granjas experimentales.
Los principales avances de la agricultura holandesa se deben a la pieza clave en todo cultivo: las semillas. Holanda es líder en el desarrollo de vegetales transgénicos y genéticamente modificados.