El abogado que se capacita en derechos humanos en Harvard

Ignacio Boulin, jugaba al rugby y tocaba la guitarra en un grupo de folclore, pero dejó todo para perfeccionarse en la universidad más prestigiosa del mundo. En Estados Unidos publicó un libro y también formó una ONG que defiende a personas de toda Améric

El abogado que se capacita en derechos humanos en Harvard
El abogado que se capacita en derechos humanos en Harvard

Con el ánimo bien alto, las convicciones firmes y el derecho como vocación, Ignacio Boulin (31) armó las valijas hace un año y se fue hacia el norte, bien lejos de su tierra. Es abogado, profesor en la UNCuyo, escribió un libro y ahora estudia en Harvard, Estados Unidos, donde está capacitándose en derecho administrativo y políticas públicas.

“Estoy desde hace un año. Siempre me gustó la idea de estudiar afuera, y tuve la suerte de que me aceptaran acá después de un proceso de admisión bastante intenso. La verdad es que no me veía con muchas chances pero terminé entrando”, cuenta el joven, que está casado con Delfina Ruoti y tiene una bebé llamada Guadalupe.

"En este momento estamos defendiendo a un periodista ecuatoriano perseguido por el presidente Correa".

Sus intereses siempre fueron los temas jurídicos relacionados con lo público (derecho constitucional, administrativo, derechos humanos y derecho internacional). “Estudié abogacía en la Universidad de Mendoza, después hice una maestría en derecho administrativo en la Universidad Austral y ahora estoy acá”, comenta el mayor de cinco hermanos y miembro de una familia que sabe de la profesión.

Dice que la experiencia académica en Harvard es increíble. “Muchos profesores han marcado el rumbo a nivel mundial en sus materias y son realmente brillantes. También hay profesores con carreras políticas muy exitosas -ex presidentes, por ejemplo- o profesores que ganaron el premio Nobel. Eso hace que la vida universitaria acá sea muy rica”, asegura el ex jugador de rugby en Los Tordos.

Para Ignacio es notable la perspectiva global con que sus profesores encaran los problemas. “No es tu barrio, tu provincia, ni siquiera tu país. Es el mundo entero desde Boston. Creo que ampliar la perspectiva sirve para ver que los problemas que tenemos allá (en Mendoza y Argentina) ya han pasado en otros lugares y se han podido mejorar”, dice, agregando que no somos tan excepcionales como a veces pensamos, ni para bien ni para mal.

“Estudiar cómo se ha trabajado en otras partes la seguridad pública, por ejemplo, o la educación o la pobreza, muestra que hay ideas que se pueden aplicar para cambiar las cosas”, comenta esperanzado quien también ha sido guitarrista en un grupo de folclore.

También le impresionó el valor que le dan en EEUU a la universidad como institución, ya que es un centro alrededor del cual gira buena parte de la vida social. “Desde el deporte universitario, que es muy fuerte, hasta el debate político, la universidad tiene un rol muy importante en la sociedad”, plantea.

Además, indica que aunque no sabe si es solo algo de Harvard o de todo EEUU, la universidad a la que asiste busca generar un sentimiento de comunidad intelectual, de discusión y debate abierto en búsqueda de la verdad que es muy fuerte. “Es un ambiente muy exigente: se les exige mucho a los profesores -todos son full-time, con exigencias de investigación muy altas- y se les exige mucho a los alumnos”, describe.

Otro de los aspectos que más le asombra es que sus compañeros, unos 180, provienen de 65 países diferentes. Y que, a pesar de las diferencias, se ha formado un grupo humano muy bueno.

Libro y ONG

Además de su hija Guadalupe, el mendocino ya ha concretado otro de los “requisitos básicos” de la vida, que es escribir un libro (le falta plantar un árbol). Se llama “Decisiones razonables” y lo publicó una editorial jurídica. En Mendoza se va a poder conseguir en las librerías jurídicas y trata sobre cómo se toman las decisiones gubernamentales que afectan derechos. En él propone ideas para mejorarlas, para hacerlas más racionales.

Ignacio, con dos amigos, fundó el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos, una ONG que trabaja en toda América Latina. “Tenemos varios casos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En este momento, por ejemplo, estamos defendiendo a un periodista ecuatoriano que está siendo perseguido por el presidente Correa. Trabajamos mucho en asuntos de libertad de expresión y también en el problema de la pobreza. De hecho, estamos por sacar un libro sobre pobreza infantil y derechos humanos”, desliza.

Junto a sus colegas ha trabajado también en garantizar que quienes están presos puedan votar. “Creo que hay dos posturas erróneas en el debate sobre seguridad. Unos dicen que las cárceles no tienen que existir. Otros dicen que los presos no tienen ningún derecho. A mí me parece que las dos posturas están equivocadas”, afirma.

Nostalgia mendocina

La familia, los amigos y el clima cálido -porque en Boston llegan a hacer 25° bajo cero- son sus razones para regresar a Mendoza. “Vengo de una vida familiar muy rica. Mucho asado y guitarreada. En Mendoza, me parece, tenemos una vida social más intensa. Es normal que uno conserve amigos de toda la vida, esos que conoce desde chico. Creo que acá las personas son más solitarias, se mudan mucho y eso hace que la gente se conozca un poco menos. No se da tanto eso de tener amigos de siempre”, dice.

Por otra parte, opina que en EEUU la vida es más ordenada, todo funciona bien y no hay tanta “pelea”: “Tal vez en Argentina tendemos a plantear los problemas en términos de amigo-enemigo. El gobierno contra las empresas, las empresas contra el gobierno. Lo público contra lo privado, el campo contra la industria... y eso se traslada a todos los ámbitos”.

Para terminar, reflexiona acerca del pragmatismo y la teoría: “En Argentina etiquetamos fácilmente las posturas sin evaluar los argumentos y los hechos. Acá la gente es más flexible porque es más práctica. Me parece que si queremos hacer que las cosas vuelvan a funcionar, en eso hay mucho por mejorar”.

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