El 9 de Julio y una nación fraterna

Es preciso reflexionar sobre una tarea pendiente de los argentinos: construir una patria donde la nación sea fraterna.

El 9 de Julio y una nación fraterna
El 9 de Julio y una nación fraterna

Tres años atrás, el 9 de julio de 2016, al conmemorarse los 200 años de la declaración de nuestra independencia, dijimos en esta misma página editorial que “es preciso sostener enfáticamente que este bicentenario de una fecha tan trascendente debe servir para pronunciarnos a favor de la concordia y la fraternidad entre los argentinos, manteniendo firmes cada uno las ideas que crea deben defenderse pero dejando clausurada la vía de la intolerancia y el odio hacia quienes no piensan igual, males que aún no hemos podido eliminar del todo de nuestro país, pero que esta fecha, en nombre del amor a la patria de todos, debe contribuir a su erradicación definitiva”.

Se trata de una tarea que sigue pendiente y que, por ende, en este nuevo aniversario de nuestra magna fecha patria debemos seguir encarando hasta encontrarnos todos los argentinos en el seno de una misma República Democrática compartida por todos. Vale decir, cuando todos volvamos a aceptar el mismo marco institucional para sólo luego de ese gran consenso social, podamos, dentro de él, expresar  nuestras justas y legítimas diferencias.

La Argentina independiente se forjó con un grito de libertad que nos unificó frente al enemigo exterior, pero que lamentablemente jamás pudo unirnos del todo en lo que se refiere a nuestras disidencias internas. Por regla general, en estos más de doscientos años de vida en libertad, ha predominado, en términos políticos, la idea de facción por sobre la de Nación. Cada cual, con honrosas excepciones, se siente más identificado con el sector del cual forma parte que con el hogar que nos pertenece a todos.

En ese sentido, es enorme la distancia entre la grandeza en la construcción de nuestra libertad que nos llevó a asegurar la independencia de medio continente, con lo que ocurrió inmediatamente luego que no cesamos de enfrentarnos por lo que nos separaba entre porteños y provincianos, entre unitarios y federales, entre liberales y nacionalistas, y así una sucesión infinita de quiebres que hacen de nuestra identidad algo debilitado por falta de la síntesis imprescindible para lograr una misma concepción de nación.

Es por eso que fechas patrias de nuestra historia grande, como este 9 de julio, deben obligarnos a reflexionar sobre el sentido final de la Argentina, lo que indefectiblemente nos lleva a proyectar hacia el futuro el manantial de todas las ideas diversas, pero para ello es imprescindible reunificarnos en un pasado común, sin el cual es muy difícil, sino imposible, vivir un presente de tolerancia y un porvenir de grandezas a construir.

Precisamente de este modo nos referíamos a este gran debate en el día del bicentenario: “Con 200 años a nuestras espaldas podemos dejar de pensar que somos estrictamente un país joven. Entonces, el Bicentenario nos invita a meditar y a aprender de nuestra experiencia, extrayendo lo mejor de nuestro pasado, dejando de ser eternos e inestables adolescentes y proyectándonos con responsabilidad hacia el futuro. Para ello resulta atinado o indispensable abordar nuestra historia como ejemplo y experiencia, como análisis y reflexión, como presencia y ausencia, con la afanosa meta de la búsqueda de la verdad de los hechos en vez de someternos a relatos parciales y facciosos que sólo sirven para profundizar las divisiones”.

Podría decirse, entonces, que en esta importante cita se encuentra el contenido del programa de Nación que urge construir lo antes posible.

Y que hoy más que nunca debemos meditarlo al estar viviendo en vísperas de unas elecciones presidenciales cruciales ya que por primera vez en décadas un partido no peronista dejará paso a otra formación política del mismo o de diferente signo, lo mismo da, con lo cual se agregará un nuevo aporte al fortalecimiento democrático que tanto nos viene costando.

Puesto que así como ya no somos un país joven sino en plena maduración, algo similar podría decirse de la democracia forjada a partir de 1983, que de una vez por todas debe dejar de lado la imposición de las fracturas que, con distinto nombre pero con similar contenido, nos persiguieron a lo largo de toda nuestra historia independiente.

Porque así como en 1810 nos abrimos a la libertad, en 1816 a la independencia y en 1853 a la constitución de la nación, hoy por hoy debemos abrirnos a la fraternidad entre todos los ciudadanos de la misma patria y hacia todos los hombres y mujeres libres del mundo que quieran habitar el suelo argentino.

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