César Menotti solía decir que el énfasis en sostener cifras de sistemas de juego aplicados al fútbol era como rememorar números telefónicos. Entre la ironía y la certeza de quien es un especialista, lo cierto es que el propio entrenador supo cuál es el verdadero sentido del 4-3-3 adaptado a su época, ya que lo utilizó como metro patrón en el seleccionado argentino que ganó la Copa del Mundo en 1978.
De ninguna manera representaba un hecho exótico o arriesgado el hecho de utilizar este método en aquél momento; es más, en esos años era el natural en las canchas argentinas. La mayoría de los futbolistas que jugaron el Mundial'78 integraban equipos de nuestro medio y para ellos era absolutamente legítimo saber quién era el mejor en su puesto.
Por ejemplo, el "Flaco" tuvo que elegir a Osvaldo Ardiles en posición de 8 clásico por sobre grandes volantes derechos como Jota Jota López o el "Chino" Benítez, por citar algunos. Igual cuando se decidió por elegir al delantero central, decisión que recayó en Leopoldo Luque; hasta Mario Kempes, de fenomental performance en ese campeonato, terminó jugando como diez adelantando y llegando al área, en vez de otros enganches como Ricardo Bochini o hasta el surgente juvenil Diego Maradona, quien se quedó fuera de la lista de convocados.
El 4-3-3, ahora, fue el eje del debate por las declaraciones de Leo Messi la semana pasada y la presión que ésto ejerció en Alejandro Sabella para adoptarlo definitivamente en el segundo tiempo contra los bosnios y durante todo el partido ante los iraníes.
Lo curioso es que el origen de este sistema, que hoy conocemos como ofensivo, fue notoriamente de índole defensivo. Se estableció a principios de la década del'40 en Suiza, que buscó sumar un hombre más a su línea de defensores; así, se rompió el dibujo VW, propio de los primeros años del fútbol profesional en todo el momento.
Los analistas coinciden en señalar que hubo dos exponentes clave como entrenadores para reformular lo que había empezado a conocerse como "cerrojo suizo". Uno de éstos fue el argentino Alejandro Scopelli, quien por entonces dirigía al Belenenses portugués. El otro fue el austríaco Karl Rappan, uno de los más destacados del momento.
Una década después, ya en los '50, Hungría pasó a ser la máxima referencia de este sistema. Los magyares sumaron un volante organizador de excepción, como Boszik, quien aparecía como atacante por sorpresa. Lo que hoy es una obviedad, en aquellos años era una novedad. De ahí a que ese período se estudia entre los historiadores como "escuela húngara".
Brasil, luego del durísimo golpe del Maracanazo'50, llegó a Suecia'58 con una innovación: retrasar un punta (Zagallo) para colaborar con el armado. Así, el 4-3-3 se hacía dinámico y se transformaba en un 4-4-2 para defender y organizar, y luego retomaba su característica inicial para volver a su cauce original.
Ya en el Mundial'70, los brasileños llegaron a la máxima expresión de todos los tiempos con un 4-3-3 que funcionó en plenitud con Gerson, Clodoaldo y Pelé en el mediocampo, más Jairzinho, Tostao y Rivelino en el ataque. El fútbol arte en plenitud.
El gran entrenador holandés Rinus Michels, un revolucionario que gestó al fabuloso Ajax del '71/'72, y que luego explotó en la selección conocida como "La Naranja Mecánica" del'74, logró llevar los límites del 4-3-3 hacia delante. Uno de sus admiradores y discípulos fue (es) Arsene Wenger, quien lo aplicó en el Arsenal que brilló en la Premier League durante la década pasada, hasta que el continuador que le imprimió su sello en adelante fue, sin dudas, Josep Guardiola en el Barcelona de 2008 en adelante.
Pep armó una base con Víctor Valdés en el arco y respaldado por una línea de cuatro con Dani Alves, Puyol, Rafa Márquez y Abidal; los tres volantes eran Xavi, Touré e Iniesta: adelante, Messi, Eto'o y Henry. El recambio llegó poco después con cambios de nombres pero no de sistema: Piqué por Rafa Márquez, Busquets por Touré y Pedro por Henry.
Los resultados del blaugrana de Guardiola fueron maravillosos. No sólo ganó todo lo que jugó, sino que además dejó una impronta que lo convirtió en el uno de los máximos exponentes de la historia del fútbol. Para muchos especialistas, el mejor equipo de clubes de la historia.
¿Cómo hizo el joven DT español para alcanzar semejante rendimiento? Por sobre todo, Guardiola mentalizó a sus futbolistas en cómo ocupar los espacios alternadamente, en vez de quedarse estáticos en un espacio limitado.
El 4-3-3 de Pep necesitaba de laterales en ataque con ida y vuelta, y además con dominio del pase largo. En ese momento, los volantes interiores debían dejar abierta la banda y mostrarse como receptores llegando desde atrás. En los extremos, el sistema permite alcanzar superioridad sobre el rival a partir de sumar al volante externo, al interno y al lateral, con lo cual pueden trabajar la triangulación en corto o en largo. Atrás, el central cubre el hueco que deja el lateral y el del otro extremo marca la línea del off side.
Es cierto que se reduce la movilidad de los atacantes por la sumatoria de hombres que viene en bloque, pero allí se habilita el juego de pases internos y filtrados que puede dejar al delantero en situación de gol.
Por ejemplo, un gran volante externo es Di María, quien acompaña en defensa la subida de un lateral adversario y cuando ataca se mueve como opción de pase por ambas bandas. Un mediocampista central típico es Mascherano, quien juega más que los volantes interiores y como vértice superior de un triangulo que completan los marcadores centrales.
En cuanto a los sistemas de marcación, generalmente es mixta en zona defensiva y zonal en el centro de la cancha.
Alejandro Sabella utilizó más de una vez el 4-3-3 en eliminatorias y amistosos de fecha FIFA, pero sigue sintiéndose más cómodo con el 5-3-2 con el que llevó a Estudiantes a ganar la Libertadores 2009. Hoy, la presión generada por Leo Messi con sus declaraciones de la semana anterior ("con tres adelante nos sentimos más cómodos") tuvo influencia en la decisión del DT para optar por el sistema que prefieren los jugadores. El tiempo dirá quién estuvo acertado y quien equivocado. Y el tiempo, hoy, es el Mundial.
Por Fabián Galdi