Mañana se cumplen 70 años desde que el gobierno de la Nación dispuso, por decreto, el cambio de sentido de marcha de los automotores en todas las calles y rutas del país. Fue el 10 de junio de 1945 que dejamos de conducir “a la inglesa”, poniéndose en práctica la obligación de conducir por la mano derecha, por cuanto la Argentina era uno de los pocos países que mantenía la circulación por la mano izquierda.
Con respeto y responsabilidad entró en vigencia la disposición oficial, con la recomendación de que en los primeros tiempos se manejara a menor velocidad, con el inicio de una campaña de difusión, con la colocación de calcomanías que debían pegarse en el parabrisas, con flechas que indicaban por dónde se debía sobrepasar obligatoriamente -o sea por la izquierda- para evitar situaciones de incertidumbre -por ejemplo en una bocacalle-, con frases escritas con pinturas de colores fuertes en carteles que expresaban: “Piense que si usted es una persona serena el otro conductor puede ser un novicio de temperamento nervioso y perder el control en momentos de peligro”. Otro de los consejos era: “Si se encuentra de frente con otro coche que no tiene en cuenta el cambio de mano, usted debe detener su vehículo y hacer al otro conductor las indicaciones necesarias para informarle del cambio”.
También se publicaron llamativos avisos en los diarios de mayor circulación del país y se obtuvo la colaboración de importantes empresas que adhirieron con avisos como los siguientes: “Hoy cambie de mano y siga tomando vermouth Cinzano” o “Tome su derecha tome Geniol”. El mensaje de la pinturería: “Desde el Alba del 10 de junio todo el país cambiará de mano”.
Ese domingo en la Capital Federal, a las 5.55 de la mañana, un ejército de policías hacían sonar sus silbatos e indicaban a los automovilistas que lentamente se pasaran de carril. Fue así que a las 6 horas del domingo 10 de junio de 1945 la Argentina ingresó al primer mundo de la circulación con el final del llamado “manejo a la inglesa”. Fue en momentos en que se afianzó en América Latina la circulación por la derecha dada la fuerza y la influencia que en ese sentido ejercían los Estados Unidos, que favoreció a que la Argentina se actualizara, excepto en los trenes de Ferrocarriles Argentinos, concesionados por los ingleses, los cuales continuaron circulando por la mano izquierda por algún tiempo más.
Simultáneamente, los gobiernos provinciales y municipales, con la valiosa colaboración del Touring Club Argentino, el Automóvil Club Argentino y entidades de bien público pusieran en práctica la medida con una primera recomendación a los conductores de vehículos: que regularan la velocidad a no más de 30 km/h para evitar accidentes en los centros urbanos y entre 40 y 50 km/h en zonas rurales.
En nuestra provincia se observó buena voluntad para el cumplimiento ordenado de la nueva circulación en las principales calles del Centro, especialmente en la tradicional avenida San Martín, por cuanto en esos años transitaban también por ésta los colectivos y el servicio de tranvía de la línea 1 -que unía Godoy Cruz y Las Heras- con paradas en plataformas al centro de la calle en todas las cuadras.
Aunque el cambio ocasionó algunos imprevistos, paulatinamente los conductores fueron poniendo mayor atención y paciencia. Pasados unos seis meses se logró la comprensión y el respeto a todas las leyes de tránsito vigentes, favoreciendo a una mejor circulación y estacionamiento tanto en la Capital como en las Villas cabeceras de los departamentos de nuestra provincia.
La verdad es que los mejores ensayos se lograron en los paseos domingueros de las familias que tenían auto y que los domingos o feriados patrios los usaban para recorrer la tradicional calle San Martín. Una larga columna de automóviles que circulaba uniendo el Centro con el histórico Parque General San Martín, cuando el Lago era recorrido por la Cuyanita y funcionaba una antigua calesita que era la felicidad de los niños.
En los departamentos, el paseo era alrededor de la plaza de las villas cabecera que incrementaba el tránsito lo que obligaba a conducir prudentemente sin olvidar el cambio de mano en adelantamientos a otros vehículos. A algunos vecinos se les presentó la oportunidad de poner en circulación automóviles antiguos que tenían poco rodaje y deseaban exhibirlos como novedad porque eran los últimos modelos de Ford y Chevrolet, las dos marcas más competitivas de la época.
Lamentablemente, con el cambio de mano se produjeron serios accidentes pero fue en los viajes de larga distancia, especialmente hacia la Capital Federal donde se acostumbraba viajar más de noche que de día porque el tránsito era menor, los estacionamientos en los costados de la ruta porque no había banquinas trazadas o el adelantamiento sin balizas en forma sorpresiva provocaban muchos accidentes.
Como no se contaba con la red de modernos semáforos y sólo en algunas esquinas había garitas con un agente de policía -que usaba unas mangas blancas y un silbato para poner orden en el tránsito- evitaba accidentes o algunos imprevistos de conductores distraídos.
Afortunadamente no había problemas de estacionamiento, lo que permitía hacerlo sobre cualquier calle sin pagar ningún derecho y sin el acoso de los llamados “trapitos” o “cuidacoches”. Los autos quedaban abiertos porque no había robos de ningún tipo. La facilidad permitía que se estacionara en la puerta de los domicilios particulares, al frente de los comercios, oficinas o empresas donde se trabajaba en el Centro, comodidad que también aprovechaban los compradores, viajantes y proveedores.
El tiempo que se tomaba cada propietario de un auto no le preocupaba porque cuando salían a buscar su vehículo lo encontraban tal como lo habían estacionado muchas horas antes sin que le pusieran una tarjeta de control de tiempo o que le hubieran ocasionado algún daño...
“¡Igualito a mi Santiago”.