Ni el frío helado alvearense, ni las vacaciones de invierno detienen el ímpetu y las ganas de Antonio Olguín, que ingresa a la pileta climatizada y se dispone a comenzar el entrenamiento del día. Por las vicisitudes de la vida, Antonio quedó ciego en su infancia, pero su voluntad y deseo de superación fueron más fuertes.
“La primera vez que fui a una pileta fue cuando tenía 7 años, a la colonia del Aero Club. Pero a nadar fue a los 9 años en San Rafael, en el Tenis Club. Ahí conocí a Ariel Pelegrina en la escuela sensorial; él me comentó que estaba formando un grupo de natación.
Yo no andaba bien psicológicamente porque estaba perdiendo la vista y le pregunté si me podía sumar y me dijo que sí”, rememora Antonio ese primer paso en el agua que le depararía tantos momentos inolvidables.
Antonio nació a los seis meses de gestación; fue diagnosticado con retinopatía prematura. Esa patología tendría sus primeras consecuencias a los cinco años; cuando iba a jardín se le manifestaron cicatrices en la retina de su ojo derecho que le provocaron la pérdida de la visión.
“Cuando tenía 8 años estábamos jugando a las bolitas, me largué a pelear y me pegaron en el ojo izquierdo. Días después empecé a ver borroso, hasta que no vi nada más”, relata Antonio el momento que cambiaría su vida para siempre.
No fueron años fáciles, Antonio entraba a la adolescencia con la pérdida de la vista. “No entendía por qué me había tocado a mí. Hoy veo que a la gente cuando le pasa algo malo se pregunta lo mismo. Imaginate cuando sos un chico y ves que tu familia se pone mal, lo sufrís muchísimo”, cuenta Antonio que actualmente con 20 años encontró en el deporte un lugar especial.
“La natación me acomodó la cabeza, me ayudó en lo social y también las charlas con el entrenador porque hablamos mucho sobre lo que me ha pasado”, dice.
Con el entrenamiento llegó el momento de la competencia; el camino comenzó con los Juegos Evita a nivel provincial y nacional. Luego el contacto con la entrenadora de la Selección argentina para ciegos que reconoció las condiciones deportivas de Antonio. Entonces fue el turno de las competencias nacionales e internacionales. Seis torneos Open Fadec a nivel nacional y el Parapanamericano donde se consagró como el mejor en su categoría.
"Hoy compito en tres estilos: espalda, pecho y libre. He tenido la oportunidad de competir con nadadores de toda América Latina. Además he ido a cruzar el Río Paraná con el grupo de Los Tiburones del Atuel", expresa Antonio su paso por las piletas más importantes del país.
Actualmente, cursa el último año de la escuela secundaria en El Ceibo y es primer escolta de la bandera nacional.
“Me retrasé un poco cuando me quedé ciego porque tuve que aprender Braille y otros métodos de aprendizaje, pero nunca me llevé una materia en el secundario”, cuenta.
Vive en el barrio La Isla y su familia está conformada por cinco hermanos. “Mis padres y hermanos me ayudaron mucho cuando me quedé ciego. También me dio una gran mano para salir adelante y me brindó los principios como persona mi entrenador Ariel Pelegrina”, resalta. Planea seguir estudiando en la Universidad en San Rafael. “Hablamos con las autoridades y están muy contentos con que vaya porque sería el primer ciego en ir”, concluyó.