Eisenstein: el mundo es un montaje

El 22 de enero se cumplieron 120 años de su nacimiento y hoy 70 de su muerte.

Eisenstein: el mundo es un montaje
Eisenstein: el mundo es un montaje

Uno de los realizadores y teóricos de la imagen fundamentales del siglo XX, inspirado y luego sospechado por el régimen que le abrió las puertas a este renaciente lenguaje del cine, falleció tras las complicaciones de un infarto, siendo en ese momento más un profesor de perfil bajo que un director reconocido; opacado por la censura del gobierno soviético, que en el último tramo de su filmografía, después de su fracasado exilio, lo premió para luego prohibirlo y boicotearlo.

Sergei Eisenstein (1898-1948) fue un artista multifacético, una mente brillante, que aprendió a hablar inglés, alemán y francés. Fue su talento con el dibujo que lo llevó a estudiar en la Escuela de Arquitectura de San Petersburgo, dejando bien atrás a su ciudad natal, Riga (actual Letonia).

Pero llegó la Revolución de Octubre, el Imperio Ruso se derrumbó y a él, como a millones de ciudadanos, le tocó cambiar el rumbo de su vida y su profesión.

El entusiasta Eisenstein abrazó la causa marxista con convencimiento, inspirado en el arte como una poderosa usina creativa que podría ser muy útil para apoyar el proyecto político de su nación.

Primero fue director de pequeñas piezas teatrales durante su permanencia en el Ejército Rojo, donde se alistó en 1918. Y en Moscú, dos años después, comenzó a estudiar dirección dramatúrgica, pero dejó la carrera de forma abrupta cuando no quedó muy convencido de su trabajo detrás de escena.

El amor por el cine

Su primer contacto con el invento de los Lumière fue en el rodaje de un breve cortometraje que se incluía en la obra teatral “El sabio”. Esa experiencia lo marcó para siempre.

En 1924 debutó como director en el largometraje “La huelga”, inspirado en un hecho de la vida real en 1903.

Las imágenes de los trabajadores fusilados, intercaladas con una vaca asesinada en un matadero, siguen siendo hoy, a casi un siglo de su estreno, de una fuerza dramática escalofriante.

Sin embargo, la única copia de “La huelga” fue secuestrada y no se pudo ver hasta después de la muerte de Sergei. De todas maneras, la cinta consiguió ser proyectada en el extranjero, en la Exposición Internacional de París en 1925.

En la película se resalta una de las características más notables del artista: el método de articular una historia protagonizada por un colectivo de personas y no por un protagónico individual.

Tras su ópera prima, el gobierno le encargó al joven de 27 años una película que se convertiría en la obra más célebre de su carrera y sin duda, una de las más importantes del siglo XX y de la historia del cine: “El acorazado Potemkin”.

Por fin, el espectáculo de masas con el que se definía al emergente arte audiovisual era dotado de un marco intelectual, era legitimado por  un manifiesto teórico y apoyado por un régimen político que le daba una fuerza estética muy particular a la épica cinematográfica de Rusia.

La masacre de Odesa

El extenso guión de “El acorazado Potemkin” contaba con ocho episodios, pero Eisenstein se quedó con el relato dedicado al motín.

Como era su costumbre, el director buscó como extras y protagonistas a supervivientes de la masacre sucedida en 1905 y se guió visualmente por unos dibujos de un francés que había sido testigo de los acontecimientos.

1.290 planos combinados y la fascinante secuencia de la escalinata, con 170 planos, en la que el pueblo es brutalmente fusilado por los rifles de las fuerzas zaristas, dura apenas seis minutos, pero continúa siendo hoy, tras 93 años, de lo más impactante del cine mudo.

Luego vendrían dos películas igual de emblemáticas;  “Octubre” (1927), sobre el asalto al Palacio de Invierno durante la Revolución Rusa, y “La línea general” (1929), en la que describía el cambio de la economía rural hacia la preindustrializada Unión Soviética.

Pero los cambios vertiginosos de los paradigmas del régimen político comenzaron a afectar la relación de Eisenstein con su manera de hacer cine.

Quizá sus perspectivas socialistas en la forma y el contenido resultaron demasiado complejas para la comprensión de aquellos gobernantes totalitarios y paranoicos.

Para evitar mayores roces con la censura, al máximo exponente del séptimo arte del país ruso lo mandaron a viajar por Europa a fin de que adquiriese las técnicas del recién llegado cine sonoro y de paso, luego de rodar en Francia, establecerse en Estados Unidos para firmar un contrato con la Paramount y dar clases en las Universidades de Columbia y Harvard.

Por “rojo”, Eisenstein no consiguió el permiso de residencia en el país del “sueño americano” y su conexión con Estados Unidos se volvió cada día más complicada y politizada, por lo que decidió cruzar la frontera e instalarse en México.

Si bien fue encarcelado apenas pasó los controles aduaneros (junto a sus dos ayudantes de dirección), el director terminó rodando algunas cintas y un proyecto que terminó inconcluso por falta de dinero. La película se llamaba “¡Que viva México!”,  aunque después incluso el gobierno azteca la terminó nombrando “Huésped de honor”.

El ocaso

Sergei estaba deprimido. Había fracasado su incursión por el mundo occidental. La “Meca del Cine” lo había tratado como un genio pero luego como un comunista tóxico que debía ser expulsado.

En su vuelta a Rusia, su relación con el séptimo arte continuó empeorándose, pero consiguió seguir dirigiendo. Primero fue “Alexander Nevski” (1938), que se convirtió en su primera película sonora, un largometraje en el que Eisenstein aplicó el método de contrapunto que plantea en el “Manifiesto del sonido”, escrito en 1928 junto con Pudovkin y Aleksándrov.

Le siguió en 1943 la idea de rodar una ambiciosa trilogía sobre la vida de “Iván, el Terrible”(1530-1584), pero sólo consiguió estrenar la primera parte, ya que el régimen soviético sospechó que su relato era análogo a la personalidad de Stalin y la producción se detuvo abruptamente, así como cualquier otro proyecto cinematográfico de Eisenstein.

Había quedado pendiente una segunda parte, “Iván Grozny”, terminada en 1946, pero que se estrenó después del fallecimiento de Sergei. Su legado fue de sólo 13 realizaciones que fueron suficientes para contribuir al lenguaje cinematográfico.

Teorías inmortales

Si bien en sus comienzos estudió a D.W. Griffith (su cómplice occidental en el lenguaje audiovisual durante su etapa pionera), Eisenstein se alejó de su influencia clásica y firmó su propio manifiesto. Para él la edición no era un simple método utilizado para enlazar escenas, sino un medio capaz de manipular las emociones de la platea, y no se equivocaba. Sus teorías del montaje continúan vigentes, luego de siete décadas y de quedar un legado inconcluso.

Filmografía

Iván el Terrible, parte 2  (1958). Unión Soviética (URSS).

Iván el Terrible, parte 1  (1944). Unión Soviética (URSS).

Alexander Nevsky  (1938). Unión Soviética (URSS).

Bezhin lug  (1937). Unión Soviética (URSS).

¡Que viva México!  (1932). México

El desastre en Oaxaca (1931). Documental. México.

Romance sentimentale (1930). Francia.

Staroye i novoye (1929). Unión Soviética (URSS).

Octubre  (1928). Unión Soviética (URSS).

El acorazado Potemkin (1925). Unión Soviética (URSS)

La huelga  (1925). Unión Soviética (URSS).

Dnevnik Glumova (1923). Unión Soviética (URSS).

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