¿Recuerdan cuando metió a su madre adentro de una gran caja de cartón? Fue en la muestra del MAMM, en 2012. Detrás de esas paredes corrugadas, la mamá de Egar Murillo, de casi 80 años, “leía” un texto para niños de primer grado. La obra planteaba una reivindicación de la Mujer; pero entrañaba otra revancha, más personal.
“Ella no sabe ni leer ni escribir. Su padrastro, allá en Bolivia, la había retirado de la escuela apenas empezó a cursar la primaria. Decía que la mujer no necesitaba estudiar. Esa noche en el museo entró a la caja, se sentó - la gente no la veía- y dijo las frases que conservaba en la memoria durante una media hora. La obra se llamó ‘La lectora’”. Ahora que está empacando para viajar a Buenos Aires a su muestra individual, Murillo se topa con el video de esa puesta.
“Algún día lo subiré a internet; es hora de que me abra un Facebook, ¿no?”. Ni falta que le hace: las obras del artista viajan solas por las red, se comparten, se aprecian y a la vez vuelan en formato físico. Hoy, de hecho, está llevando a la Galería Van Riel (aquella a la que Murillo permanece asociado desde hace seis años), una serie de papeles (no telas) que ha reunido bajo el título “Ejercicio existencial”.
En pleno barrio de Retiro, pues, se expondrá la nueva búsqueda de Murillo: superficies en papel seda intervenidas con tinta china.
“Y el papel lo preparo yo”- aclara el hombre que ha sabido trasmutar residuos, que transitó el trash en su veta comprometida y poética y que mantiene una destreza artesanal relacionada, esta vez, con blancos pliegues entramados.
- ¿Influencia japonesa?
- Sí. Hay en esas imágenes vaporosas del Japón que influenciaron la cultura occidental en el XIX algo que me atrae. Será cierto surrealismo flotante. Lo que hice, a partir de estos ejercicios, es trabajar con el vacío y con una serie de textos y dibujos míos.
Él, letrista de la banda punk Kinder Videla Mengele, poeta cuyo libro aún permanece en el cajón, ha sacado algunas pinceladas de palabras a la luz.
“Nostalgia del Presente”, “Disolución del Paisaje”, son algunos de los conceptos que se deslizan en estas obras. Claro que no cae en la obviedad de hacer explícita la relación entre palabras y figuras. “Los dibujos muestran situaciones cotidianas, existenciales, algunas más fantásticas”.
- ¿Por ejemplo?
- Hay una figura de una bicicleta fija, como las de gimnasio, junto a ella unos chivos, como esperando hacer spinning.
- ¿También hay personajes de espaldas en esta serie de papeles?
- Sí. Las espaldas son ya una suerte de retrato mío.
- ¿Qué hay detrás de esas espaldas?
- Empecé a pintar espaldas en el ‘86. Desde entonces, me parecieron un modo de expresar lo vulnerable que somos y, por otro lado, una metáfora del engaño, de la traición, de eso que no vemos venir pero nos pesa. Además es un refugio. Yo soy medio tímido. Si vienen muchas personas a hablarme me agarra pánico escénico y me voy. Caminaría de espaldas si pudiera.
- Me imagino cuando tenés que pararte a "explicar" tus obras...
- Por suerte, eso en Buenos Aires no pasa. Es curioso cuando se tiene que explicar lo que surge. Te lo piden en todos lados, en todos los concursos. Yo no tengo “un método”, hago varias cosas a la vez (pintura, fotografía, video), encuentro conexiones entre lo disperso pero a veces guardo cosas por mucho tiempo (como estos grafitos sobre papeles) y de golpe salen otras obras, sin un por qué. Tal vez la influencia de una película, una canción... En fin, explico lo que puedo.
Paréntesis: Francis Bacon, en varias entrevistas, intentó contar su experiencia en esa zona, la de la complicidad con el azar: “Si uno pudiese explicar su pintura, estaría explicando el inconsciente. No se puede explicar el inconsciente. La pintura sólo capta el misterio de la realidad si el pintor no sabe cómo hacerla”, argumentó.
En el límite entre lo explicable y lo indecible, la figuración de Murillo traza su diagrama existencial.
- ¿Alguna vez te han hecho una devolución capaz de sorprenderte? ¿Algo que te haya hecho plantearte 'qué pinté'?
- Y sí. Porque cada uno tiene su visión. Recuerdo que en el año ‘83, cuando cursaba en la universidad, me presenté a un concurso auspiciado por Alba. ¡De caradura! La cosa es que me dieron el segundo premio. Hubo gente indignada, que dijo que yo no podía merecerlo por ser apenas un estudiante. Incluso un crítico del diario escribió un artículo en el que afirmaba que yo debería dedicarme a otra cosa. Estuve mal por unos tres días, pero después se me pasó.
Y claro. Después de tantos salones y premios, con la humildad que lo pinta desde siempre, dice: "Yo sigo persistiendo. Voy lento pero inseguro".
Mutante en técnicas y formatos, Murillo apuesta por el riesgo, ese instante de elección en el que se puede sacudir la repetición automática. Rinventándose, toma posición en la experiencia artística y amplía sus límites entre la poesía y el espacio.
Ejercicio existencial
En estas últimas obras, el hilo conductor es el grafismo y la economía de recursos técnicos y formales de la imagen. Me interesa el ejercicio del vacío en la estructura compositiva.
Ninguna complejidad del enmarañamiento de lo excesivo; lo poco como posibilidad de belleza. Me atrae el tratamiento de las imágenes japonesas de los grabados que influenciaron al arte occidental del siglo XIX. Aquellas imágenes cuya belleza flota como sueños o sombras de una sustancia metafísica.
Los cuerpos al despertar ya empiezan a desplegar los ejercicios cotidianos de la vida. La obsesión es el paso (otro ejercicio) del tiempo, aquello que se va diluyendo en nosotros. Aquella energía-motor insufla seguir viviendo, preguntarse todos los días qué es vivir, es como decir qué es el arte?; otro misterio dentro del misterio más grande y profundo.
La temática es el ejercicio cotidiano del ser y no del tener, si del dudar de los destinos que se van cristalizando mientras respiramos. La figura humana o animal, me da certezas de lo que debería ser natural, me cobijo en ellas porque son mi espejo, que es el espejo de todos.
Algunos papeles tienen textos que se repiten en una especie de técnica del gofrado, son papeles que fabrico y donde luego dibujo con tintas. Esos textos dicen "nostalgia del presente" y "disolución del paisaje". El bombardeo de la virtualidad tecnológica y su fría velocidad dan sentido a esta lectura, a la falta de lo corpóreo, es decir del amor.