Es considerado uno de los artistas plásticos más representativos de la vanguardia, a nivel local y nacional, pero por su clara opción al bajo perfil no se lo suele ver en los diarios o en la tele ni le interesan las llaves de la ciudad por ser personaje célebre.
Egar Murillo estuvo en el reciente ArteBA, asiste desde hace años, expone en la galería Van Riel, entre otras, en Buenos Aires, y fue invitado por uno de los directores del Fondo Nacional de las Artes para exponer a partir de hoy en el Centro de la Memoria. Pese a su reticencia por las nuevas tecnologías, su exposición se denomina "Fondo de pantalla para la vida".
Asegura que la pintura ha sido esa protección constante, oficio este que también convive con su interés por la música y la literatura. Y considera muy fuerte la historia del lugar donde expone, el Museo de la Esma, que lo tiene como invitado de honor hasta el 18 de agosto.
Egar Murillo nació en la provincia de Jujuy en 1957 aunque reside en Mendoza junto a su mujer la fotógrafa Sabrina Kadhiaj (que en estos días presenta sus trabajos en la Sala de Arte de Daniel Rueda) y es su principal asistente.
Estudió en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo a mediados de los ochenta, junto con Daniel Bernal, su gran amigo, integrando una generación que se puede entender como la vanguardia local, entre los que figuran Bernardo Rodríguez, Carlos Sisinni y Marcelo Navarro, entre otros.
Neo impresionismo
Después de la crisis de 2001, ante las dificultades económicas de la mayoría y en particular de quienes se dedican al arte, con un confeso fin estético y "de revalorizar lo popular, lo marginal" (y lo ecológico, pero en segundo plano) es que el pintor comienza a trabajar con materiales de descarte.
"Me gusta lo usado, lo que se tira, que es considerado de mal gusto, porque a la gente no le gusta que se revuelva en la basura, como hacen los cartoneros y quienes cirujean para vivir", explica.
Al igual que sus compañeros, en su carrera se ha expresado en cuadros y dibujos, como así también a través de objetos. Pero desarrolló desde 2004 una en particular que tacha de "Neoimpresionista", en la que utiliza tapas de gaseosa como si fueran puntos de color que combina con acrílico sobre tela.
Al alejarse de la obra es que se logra el efecto de visionado de la figura; e inclusive dos colores de tapitas se funden en uno nuevo para el ojo. De cerca, son sólo "tapitas" de envases, que -comenta- hay de todos los tonos, salvo marrones y cuesta bastante conseguir negras.
Es así como quienes pudimos disfrutar de su muestra "Logos", en el Museo de Arte Moderno el año pasado, observamos obras de Van Gogh, Munch y Okusai en una tarea de citacionismo de esos pintores, junto a un claro mensaje de denuncia social que recorre constante y metafóricamente toda su trayectoria. También hay imágenes de los presidentes Evo Morales y Barack Obama, con orejas de ratón Mickey (y la mano indicando que le cuesta escuchar).
Y aunque sin título, la reproducción de la muerte del Che Guevara, de cuatro por tres metros, exclusivamente con tapas de coca cola, rojas y negras.
"Mi idea es rescatar al Che revolucionario más allá de la banalización de la sociedad de consumo y resaltar de esta manera el sentido heroico de la vida", dijo.
Morir libre y trabajando
Otra de las nuevas producciones es una serie de 44 piezas, que integra la partida y están dispuestas en la Sala Haroldo Conti, compuesta por imágenes de un libro de niños para colorear, que Murillo intervino con textos de El Capital de Carlos Marx, frases célebres y propias: "Yo quiero morirme libre".
"Cambiar el significado de lo que sucede en la imagen y trabajar y producir es mi desafío", asegura, así también expresado en imágenes en el video denominado "Dialogo", que se exhibirá en Buenos Aires, donde su cara silenciosa violentada por un accidente es sonorizada en un largo plano secuencia a veces con música punk, otras con música clásica, siempre el mismo rostro igual, sólo pestañeando, golpeado e inmutable del propio Murillo.
También expone en la ex Esma dos pinturas, "Your digital identity after death y "Cultura", que es ni más ni menos que esa palabra adaptada al logotipo de coca cola en otro guiño irónico y corrosivo. Toma coraje y habla sobre su persona, algo que no lo hace sentir demasiado cómodo. "Me considero primitivo porque no uso para nada la virtualidad.
Creo que los artistas pobres tienden a desaparecer", manifiesta enigmáticamente y opina que "hoy es preciso y muy caro realizar fotografías gigantes impresas o tener cañones de video para proyecciones en las muestras pero yo no lo hago", y sus trabajos, sin embargo y pese a las nulas técnicas digitales son extraordinarios, así como la claridad de su lenguaje y visión expresada siempre con una humildad admirable.
Egar reconoce que además de la crítica constante a la sociedad de consumo, su trayectoria está atravesada por la inquietud de investigar nuevos soportes. "Voy despacio, de acuerdo con lo que me da el pie, creciendo sin querer ver qué pasa al final. Quiero llegar a hacer una gran obra espiritual que me deje lleno", reflexiona.
Recorrer su obra es una aventura extrema a sugerencias poéticas y profundamente incisivas sobre el destino que han tomado valores de nuestra sociedad como la futilidad del ser, la globalización como pérdida de las identidades regionales, lo descartable de los objetos y la carrera voraz hacia una forma de vida cada vez más virtual donde todo lo sólido se digitaliza y desvanece, de alguna manera, en el aire.
Nada más concreto y material que la obra con que Egar nos despierta, con la crudeza de la música punk pero una referencia constante a la belleza, pese a todo, donde se revela y desnuda posible la utopía de un mundo mejor para todos. Sin seres humanos descartables.
Egar Murillo: "Quiero rescatar el sentido heroico de la vida”
Estuvo en la reciente ArteBA y es uno de los invitados para exponer a partir de hoy en el Centro de la Memoria, Museo de la Esma, Buenos Aires. Sabe narrar, en imágenes, al hombre de hoy.
Lo Más Destacado