Se atribuye a Deng Xiaoping, padre de las reformas político-económicas que hicieron de China un coloso global, la frase "enriquecerse es glorioso". Ello podría sugerir que, junto al "sueño americano", existe un proyecto colectivo e individual en el cada vez menos ajeno imperio oriental.
Y el "sueño chino" podría ejemplificarse por un ex militar (ingeniero) de 72 años, Ren Zengfei, quien con muchas ideas y poco más de cinco mil dólares fundó y preside desde hace tres décadas una empresa orientada inicialmente a impulsar la comunicación en espacios alejados, hoy poseedora del 14% de la torta mundial de teléfonos inteligentes y cuyos desarrollos en software o hardware se utilizan en las interacciones que ejecutamos la tercera parte de la humanidad comunicada: el gigante Huawei.
De facturación anual mayor a 100 mil millones de dólares y un desarrollo de I + D que la ubica entre las corporaciones más potentes del planeta, Huawei es prototipo de "economía socialista de mercado".
Zengfei conserva el 1,4% del paquete accionario, y los casi 80 mil empleados de la empresa son propietarios del resto. Sus smart de alta gama, con chip inteligente, son considerados los mejores en su categoría.
Pero Huawei es noticia por la detención de su directora de Finanzas. Meng Wanzhou (hija de Zengfei) fue arrestada en Vancouver, camino a México, con cargos por violación del embargo económico a Irán dispuesto por Washington, a través de empresas registradas en Estados Unidos (según la acusación, pertenecen a Huawei).
La respuesta diplomática china fue enérgica. Convocó a los embajadores canadiense y norteamericano de inmediato. En tanto, los principales medios periodísticos chinos –todos estatales– fueron categóricos respecto de exigir la inmediata puesta en libertad de Wanzhou, una experta en gestión de 46 años con extensa trayectoria dentro de la empresa (ingresó como asistente) y chances de suceder a su padre en la presidencia de Huawei.
En tanto, el Departamento de Estado norteamericano advirtió a sus aliados sobre la conveniencia de mantener una incólume posición en torno del conflicto.
La circunstancia explícita el complejo fondo de las tensiones chino-estadounidenses. Están en juego algo más que ventajas comerciales (Beijing se ha esmerado en señalar que son asuntos diferentes).
Detrás del cuestionamiento al estilo de negocios chino, su manera de acceder a los mercados, su interpretación de la protección de la propiedad intelectual, se suma la potencialidad de sus tanques globales para generar, producir y suministrar información clave.
Informes de inteligencia norteamericanos (incluso investigaciones del Congreso), alemanes y británicos advirtieron sobre el esfuerzo que Beijing realiza para optimizar sus actividades de espionaje y también sobre la cooperación que empresas de ese país, por imperio de la legislación vigente, deben realizar con el Estado en materia de suministro de información.
Zengfei fue ingeniero del Ejército Rojo, y su expansión no hubiera sido posible sin la voluntad del Estado chino por sostenerlo.
Telecomunicaciones
Asoman inminentes licitaciones de telefonía móvil 5G, cuyas características tecnológicas producirán un salto revolucionario.
Nuevas precisiones sobre ancho de banda y frecuencias, las cualidades cuantitativas y cualitativas del flujo de información, permitirán una velocidad insólita (descargar cualquier película en menos de 30 segundos) y darán sustento a la "internet de las cosas": autos sin chofer, la robótica aplicada a los más variados servicios (incluso profesionales), multiplicación del uso cotidiano de inteligencia artificial, tendrán espacio en esa dinámica avenida.
Existen pocas empresas en el mundo con capacidad para afrontar este paso. A los cuatro grandes operadores estadounidenses –Verizon, AT&T, T-Mobile y Sprint– se suman selectos fabricantes de chips –Qualcomm e Intel– y de equipos: Samsung, Nokia, Ericsson y Huawei.
Washington anunció que podría constituir una empresa estatal que afronte estos desarrollos. En cualquier caso, el sostén financiero que requerirán estos servicios será altísimo (según Barclays, sólo en Estados Unidos ascenderá a 300 mil millones de dólares) y exige el mejor recurso humano aplicado a I + D, para diseño de hardware, software, redes físicas para la transmisión de frecuencias y creación de aplicaciones, elementos, servicios que utilicen esta nueva dimensión tecnológica.
Allí está trabada la batalla. Ni Estados Unidos ni China han dejado de sostener y de beneficiarse con los gigantescos torrentes de información que estas empresas procesan.
Tampoco de financiar expansión empresarial y de emplear la infraestructura política, de resultar indispensable, para salvaguardar sus intereses, pues finalmente existe una confusión de los mismos: la razón de ser de aquellos importa sensiblemente a los objetivos estratégicos de esta.
Durante 2018, Huawei perdió un contrato con AT&T y no podrá participar en licitaciones de 5G por decisiones gubernamentales en varios estados (Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, etcétera).
A las recomendaciones norteamericanas por desestimar su oferta, se sumaron las de Japón. En el dinámico Pacífico, empoderado por razones geopolíticas inherentes a los vaivenes de un orden mundial concebido hace ya muchas décadas, se desencadena una renovada guerra fría, de evolución impredecible: hay al menos dos "sueños" en tensión. Habrá que acostumbrarse.
China responde con la detención de ciudadanos canadienses
Luego de la detención en Canadá, y a pedido de Estados Unidos, de la directora financiera e hija del fundador de Huawei, Meng Wanzhou, quien fue puesta en libertad bajo fianza, China respondió con el arresto de los ciudadanos canadienses Michael Kovrig y Michael Spavor, a quienes se los investiga por atentar contra la "seguridad nacional".
El gobierno de Donald Trump reaccionó de inmediato y pidió la liberación de ambos. "La detención es ilícita e inaceptable", sostuvo el Secretario de Estado, Michael Pompeo.