Durante la visita del presidente chino Xi Jinping, Donald Trump bombardeó la base aérea militar de Al Shayrat en Siria, en respuesta al uso de armas químicas por parte del gobierno de Bashar al-Asad, deteriorando las relaciones entre EEUU y Rusia, quien condenó el ataque y suspendió el Memorándum para la Prevención de Incidentes en el Espacio Aéreo de Siria establecido con EEUU.
Éste es el primer ataque de Washington contra el gobierno sirio desde que en 2012 Barack Obama declarara que el uso de armas químicas constituía una "línea roja" infranqueable. Según el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, el ataque fue una respuesta "proporcional" que demuestra que EEUU está preparado para tomar acciones ante otros actos atroces que crucen la "línea roja". La era de la "paciencia estratégica" terminó.
Rusia y Siria
Durante la "Primavera Árabe" (2011), cientos de miles de manifestantes exigían la renuncia de al-Asad, y los acontecimientos subsiguientes terminaron enfrentando a la mayoría sunita del país contra los chiítas alauitas (rama musulmana a la que pertenece al-Asad), enfrentando al gobierno con fuerzas insurgentes de todo tipo -incluidos los kurdos apoyados por EEUU y grupos islamistas y yihadistas como el autodenominado Estado Islámico (EI)- y arrastrando a potencias regionales e internacionales en una de las guerras civiles más complicadas de la historia moderna.
Rusia intervino desde el principio apoyando la supervivencia de al-Asad en el gobierno, crucial para defender sus intereses en la región. Los vínculos entre Rusia y la familia Asad no son nuevos. Háfez al-Asad, padre de Bashar al-Asad y anterior presidente de Siria desde 1971 hasta su muerte en 2000, fue un firme aliado de la URSS durante la Guerra Fría. Su hijo Bashar siguió favoreciendo los negocios y amplió los contratos de un lucrativo oleoducto que construyera Rusia durante el mandato de su padre. La única base naval rusa en Oriente Medio y el Mediterráneo está en el puerto de Tartus (Siria) gracias a la familia Asad.
También el apoyo de Rusia a Asad tiene motivos políticos. Los levantamientos de la Primavera Árabe contra líderes autoritarios fueron interpretados por el Kremlin como conspiraciones estadounidenses, convirtiendo al líder sirio en un símbolo de resistencia contra los intentos de cambio de régimen. Permitir la destitución de Asad significaría retroceder ante la presión de EEUU, perdiendo poder en su zona de influencia, cosa inaceptable para Putin.
Siria y el Terrorismo
Siria es la principal zona de tránsito de armamentos que Irán envía al movimiento chiíta Hezbolá en Líbano, el cual además ha enviado a miles de combatientes para apoyar a las fuerzas sirias. Por su parte, para contrarrestar la influencia de Irán, Arabia Saudita ha enviado importante ayuda militar y financiera a los grupos armados islamistas suníes.
Se ha acusado a Asad de fomentar el sectarismo en un Estado que era ampliamente secular y de permitir que grupos extremistas suníes crezcan y viajen libremente para complicar cualquier apoyo occidental a sus oponentes. Como sea, el terrorismo le resulta funcional al régimen sirio, posicionándolo como una fuerza problemática pero estabilizante para la región, indispensable tanto para la comunidad internacional como para los sirios que temen represalias de la mayoría sunnita.
EEUU y China
El vínculo amistoso entre China y EEUU data de 1971-72, cuando el entonces presidente de EEUU, Richard Nixon, visitó a su par chino Mao Tse Tung en plena Guerra Fría. En 1978, Deng Xiaoping inició un proceso de reformas económicas que produjeron la transformación más impresionante de su historia, permitiéndole convertirse en potencia mundial.
No obstante es posible que su incomparable crecimiento económico comience a disminuir en los próximos años. Por eso China, mucho más interesada en sostener su crecimiento y estabilidad social que en desgastarse en conflictos, considera de vital importancia la asociación cooperativa con EEUU, su principal socio comercial.
Probablemente el momento del ataque a la base siria -terminando la cena de Trump con Xi- no haya sido casual. El objetivo de EEUU era mostrar determinación y conseguir la colaboración de China para frenar el programa nuclear de Corea del Norte, que amenaza el equilibrio y la seguridad regional. Cinco días después, el presidente chino se comprometió a trabajar en la desnuclearización de Corea del Norte por medios pacíficos en estrecha coordinación con EEUU.
Tal vez la presión diplomática de China, combinada con la coerción de EEUU, pueda convencer a Kim Jong-un, un dictador acostumbrado a sostenerse en el poder en base a la amenaza de un conflicto con EEUU, de que la mejor manera de mantenerse en el poder es frenar sus ensayos nucleares y apuntar, por ejemplo, a un mayor bienestar de su población.
Esto afirmaría el status quo regional y aumentaría el prestigio de China que, además, se beneficiaría económicamente con nuevos acuerdos comerciales con EEUU, ratificando el camino iniciado por Deng.
Un giro inesperado
La decisión sorpresiva de Trump de atacar una base aérea siria, el despliegue de una flota estadounidense frente a Corea y el lanzamiento en Afganistán de la bomba no-nuclear más potente del mundo, confirman un giro en la política exterior de EEUU que demuestra que no teme ejercer la opción militar para reafirmar su preeminencia en el orden mundial.
Este imprevisto abandono del no-intervencionismo en favor de una mayor asertividad en su política exterior obliga a todos a recalcular los riesgos y beneficios de cada acción. Para empezar, el mismo Trump tuvo que negar que la OTAN fuera "obsoleta". Éste no es buen momento para descartar una alianza histórica por una discusión sobre quién paga la cuenta. Quizás también se dé cuenta de que una Unión Europea fuerte le sirve para contener a Rusia.
Pero si el presidente sirio continuara usando armas químicas, podría enfrentar a EEUU y Rusia en un juego de suma cero, comprometiendo a Rusia y desafiando a EEUU a aumentar su intervención militar o bien perder toda autoridad. Si en semejante escenario Rusia decidiera reforzar su apoyo a Asad, desencadenaría una peligrosísima escalada de violencia que no solucionaría nada -ni derrotaría el terrorismo-, sino que implicaría nuevos ataques a blancos estadounidenses en Siria e Irak; Irán reiniciando su programa nuclear para disuadir a EEUU bajo amenaza de atacar a Israel, y un recrudecimiento en los ataques de Hezbollah y Hamas en Israel.
Definitivamente ninguna solución militar es válida para Siria y la región. Solamente una muy estrecha cooperación entre los Estados Unidos y Rusia puede poner fin a la tragedia en Siria y al terrorismo -dos asuntos sumamente complicados- justo cuando la relación entre ambos países pasa por su peor momento, sólo comparable con la Guerra Fría.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.