En febrero de 2009, el fiscal general de Estados Unidos, Eric H. Holder Jr., declaró que el narcotráfico internacional representaba “una amenaza sostenida y grave” para los estadounidenses. Dos meses después, el presidente Barack Obama, en su primera visita como presidente a México, dejó claro que ningún problema domina más las relaciones entre ambos países, al decir que los cárteles de la droga allá “propagan el caos en nuestras comunidades”.
La semana pasada, Obama regresó a capitales de América Latina con un mensaje infinitamente diferente. Las relaciones con los países atormentados por la violencia relacionada con las drogas y el crimen organizado se deberían centrar más en el desarrollo económico y menos en las batallas interminables contra los narcotraficantes y los capos del crimen organizado, que han dejado a muy pocos vencedores claros.
Funcionarios gubernamentales insisten en que Obama siga siendo perspicaz en cuanto a los retos de seguridad, pero el nuevo énfasis corresponde a un cambio en el enfoque hecho por el gobierno mexicano. El nuevo presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, asumió el cargo en diciembre y se comprometió a reducir la violencia que había explotado con el enfoque militarizado de su predecesor, Felipe Calderón.
Con fricciones y desconfianza entre los organismos encargados del orden en Estados Unidos y México, por el esfuerzo de éste para reducir la profunda participación de aquél, Obama sugirió que ya no buscará dominar la agenda de seguridad, un papel que se tuvo por la creencia de que se necesitaba el poderío estadounidense para combatir a los cárteles multinacionales que amenazan a la región.
“Obviamente que depende del pueblo mexicano determinar sus estructuras de seguridad y cómo participa con otros países, incluido Estados Unidos”, dijo, de pie, junto a Peña Nieto el jueves en la Ciudad de México. “El argumento principal que le expresé al presidente es que apoyamos el enfoque del gobierno mexicano en cuanto a reducir la violencia, y esperamos seguir con nuestra buena cooperación en cualquier forma que el gobierno mexicano considere apropiado”.
En cierta forma, conceder liderazgo del combate contra las drogas a México se ajusta a un principio rector de la política exterior de Obama, en el cual la supremacía estadounidense se minimiza, al menos públicamente, para favorecer un enfoque multilateral.
Con México, dijo Obama, “en esta relación, no hay socio sénior ni socio júnior; somos dos socios iguales, dos naciones soberanas”. No obstante, esa filosofía podría chocar con las inquietudes de los legisladores en Washington, quienes han expresado su frustración por la falta de claridad en los planes de seguridad de México, mientras que analistas en seguridad dicen que la corrupción arraigada en las fuerzas del orden mexicanas ha nublado de tiempo atrás la sociedad con sus contrapartes estadounidenses.
Poner a México en el asiento del conductor en cuanto a la seguridad marca un giro inesperado en un equilibrio de poder que siempre se ha inclinado hacia Estados Unidos y, dijeron analistas, conllevará un riesgo político a medida que el Congreso estadounidense negocia una iniciativa de ley sobre inmigración que se espera incluya disposiciones para una seguridad fronteriza más estrecha.
“Si hay la percepción en el Congreso estadounidense de que la cooperación en seguridad se debilita, ello podría hacerle el juego a quienes se oponen a la reforma migratoria”, señaló Vanda Felbab-Brown, una experta en combate al narcotráfico en la Institución Brookings en Washington.
“Realistamente, la frontera está tan cerrada como se puede, y ha habido poca violencia colateral desde México hacia Estados Unidos”, agregó, pero lo que cuenta en Washington es la percepción “y se puede distorsionar con facilidad”.
“Las drogas hoy no son muy importantes para la población estadounidense en general”, agregó, “pero son importantes para los guerreros comprometidos que combaten al narco y son políticamente poderosos”.
El representante republicano por Texas Michael McCaul, presidente del Comité de Seguridad Interna, advirtió contra el peligro de que los cárteles de la droga forjen alianzas con organizaciones terroristas. “En tanto que existan estas amenazas, ustedes se sorprenderían al darse cuenta de que el gobierno piensa que ya terminó su trabajo”, escribió en un artículo de opinión en Roll Call la semana pasada para presionar para que haya más controles fronterizos en la iniciativa de ley.
El gobierno de Obama dijo que cualquier evidencia de tal cooperación es muy endeble, pero, aun sin conexiones terroristas, las bandas de narcos representan amenazas a la paz y la seguridad.
Michael Shifter, el presidente de Diálogo Interamericano, dijo que el cambio de Obama para enfatizar las relaciones económicas, tanto con México como con Centroamérica, podrían ser un esfuerzo por centrarse en un área de acuerdo mutuo, mientras se aborda superficialmente a los problemas subyacentes.
México, en particular, ha montado una campaña agresiva para minimizar sus problemas criminales, y ha ido tan lejos como para alentar a los medios informativos para evitar el uso de cierta jerga en los reportajes.
“El problema no sólo va a desaparecer”, dijo. “Se necesita atacar directamente, con una estrategia integral que incluya y vaya más allá de estimular el crecimiento económico y aliviar la pobreza. Obama se vuelve vulnerable a la acusación de minimizar el problema fundamental de la región, y el principal obstáculo para el progreso económico. Está bien cambiar el discurso de la seguridad a la economía, siempre que la realidad en el campo esté reflejada y encaje en el nuevo argumento”.
No obstante, funcionarios gubernamentales dijeron que es posible que haya habido un énfasis excesivo en el lenguaje belicoso, así como en las búsquedas muy publicitadas de dirigentes de los cárteles, mientras empeora el problema real de la impunidad.
La ayuda estadounidense contra el narcotráfico está cambiando más hacia el entrenamiento de la policía y a apuntalar a los sistemas judiciales que han permitido que criminales salgan impunes de asesinatos en México y Centroamérica.
Funcionarios estadounidenses dijeron que Obama siguió siendo perspicaz en cuanto a los retos de seguridad, incluso porque está determinado a no eclipsar las oportunidades económicas.
Es claro que Obama, independientemente de su retórica de hace cuatro años, cree ahora que se ha hablado demasiado de la seguridad. En un discurso dirigido a estudiantes mexicanos el viernes, Obama exhortó a las personas de ambos países a ver más allá de un centro de atención unidimensional sobre lo que llamó inquietudes reales de seguridad, al decir que ya era “tiempo de que hagamos a un lado antiguas formas de pensar”. Ese día, repitió el tema después en Costa Rica y lamentó que cuando se trata de Estados Unidos y Centroamérica, “gran parte del centro de atención termine siendo la seguridad”.
“También tenemos que reconocer que los problemas como el narcotráfico surgen en parte cuando un país es vulnerable a causa de la pobreza, debido a instituciones que no funcionan para el pueblo, porque los jóvenes no ven un futuro más brillante por delante”, dijo Obama en rueda de prensa con Laura Chinchilla, la presidenta de Costa Rica.