Lleva muchos años el debate sobre la educación como herramienta para disminuir las desigualdades sociales o de cuna. Es claro que se profundizó durante las últimas décadas en nuestro país el intercambio de ideas sobre el tema, debido a la imposibilidad de reducir las tasas de pobreza estructural (indigencia) y también se potenció la discusión al ir perdiendo la escuela pública su rol de igualadora.
Si bien los ejemplos son extremos, es claro que son grandes las distintas posibilidades que tendrá un estudiante mendocino que se formó en un colegio privado, en el que ya casi no piden libros de texto y les enseñan a través de aplicaciones, frente a otro que se educa en una escuela que ni tiene conexión a internet, y si la tiene deberá conseguir una computadora... que funcione.
Un indicador valioso, entre otros tantos evaluados, que muestra la reciente encuesta Aprender 2017 es el que analiza las escuelas que superan la barrera del contexto.
Como vemos en el gráfico, la diferencia entre Mendoza y San Luis es notable, en relación al porcentaje de escuelas del nivel primario con una proporción de estudiantes que alcanzaron niveles de desempeño satisfactorio y avanzado en ciencias sociales por encima de la media nacional, en distintos estados de vulnerabilidad.
Satisfactorio y avanzado implica que los alumnos pueden reconocer hechos, datos y conceptos; también realizar interpretaciones y análisis.
En el caso de Mendoza, en los territorios donde se concentra la población con vulnerabilidad alta, hay un 42% de escuelas cuya proporción de estudiantes que alcanza niveles de desempeño satisfactorio-avanzado en Ciencias Sociales está por encima de la media nacional.
Los establecimientos cuya proporción de alumnos alcanza buen desempeño en la población de vulnerabilidad media llega al 49% y al 64% en las personas de vulnerabilidad baja; esto es 22 puntos más que los de vulnerabilidad baja y 15 de los de vulnerabilidad media.
El caso de San Luis es llamativo porque además de llegar al 62% la cantidad de escuelas con proporción de alumnos que tienen desempeño satisfactorio-avanzado con población con vulnerabilidad alta, se mantiene el porcentaje de escuelas que alcanza buenos niveles de desempeño en la población de media vulnerabilidad.
Además, tanto en la población con alta o media vulnerabilidad tienen un porcentaje de escuelas con buen rendimiento que está a sólo cinco puntos de los establecimientos con buenos resultados que están con gente en estado de baja vulnerabilidad (67%).
Paradójicamente, San Juan, la tierra de Sarmiento, tiene los peores resultados de Cuyo. Siempre siguiendo el mismo indicador, vemos que en la población con alta vulnerabilidad sólo en el 20% de las escuelas sus estudiantes logran buenos resultados en Ciencias Sociales, son 22 puntos los que las separan de los establecimientos con buen desempeño (42%) en personas con vulnerabilidad media, y de la población que está con baja vulnerabilidad, el 61% de las escuelas logra nivel satisfactorio-avanzado en Ciencias Sociales; es decir, a 19 puntos de las de vulnerabilidad media y a 41 puntos de las de vulnerabilidad alta.
En el artículo 11 de la Ley de Educación Nacional 26.206, aprobada en 2006, se fijan los Fines y Objetivos de la Política Educativa Nacional. El primero que se señala es “Asegurar una educación de calidad con igualdad de oportunidades y posibilidades, sin desequilibrios regionales ni inequidades sociales”.
Pero sabemos que las leyes pueden convertirse en un puñado de buenas intenciones.
Por otra parte, en 2017 el dinero destinado para la Dirección General de Escuelas llegaba a 38% del presupuesto, según informaciones oficiales. En 2018, esa cifra alcanza a 33%.
El debate sobre el rol de la escuela y las desigualdades de cuna sin dudas continuará bastante tiempo, porque todavía hay indicadores que señalan que la educación sigue con materias pendientes.