En educación el camino hacia la igualdad no tiene nada que ver con el igualitarismo

Los envidiables niveles académicos en la Argentina de hace unos años, frente a la sistematizada mediocridad educativa de la actualidad, en un análisis del autor.

En educación el camino hacia la igualdad no tiene nada que ver con el igualitarismo
En educación el camino hacia la igualdad no tiene nada que ver con el igualitarismo

"El nuevo concepto de calidad educativa es que todos aprendan por igual", es una definición conceptual que pertenece a las autoridades de la Dirección General de Escuelas de la Provincia.

Sin embargo, no es como se pretende hacerlo pasar: un camino hacia la igualdad que proclama nuestro orden constitucional es simple y groseramente igualitarismo. Ello va dicho con la confirmación que dan los hechos.

Se impide en nuestras escuelas enseñar y aprender por encima del nivel más bajo, ni siquiera por arriba del promedio. Los programas de enseñanza, inducidos vaya a saber desde cuáles usinas del pensamiento, pero canalizados a través de organismos nacionales e internacionales, se jactan de ralentizar los procesos de aprendizaje.

La enseñanza de lectoescritura se estira al segundo grado, haciendo esperar a los más rápidos en lugar de establecer mecanismos de apoyo y estimulación a los que evidencian dificultades salvables, aun en primer grado ¡Guay de ello!

Alguien con una sola consonante y una sola vocal podría armar una palabra y terminar el primer grado sabiendo leer y escribir y ya no todos serían iguales. De esta manera se iguala. Que nadie aprenda más que otro y, si ocurre, tampoco hagamos nada para que el otro lo alcance.

¡Qué hablar del facilismo que estimula el no aprender e incluso el no asistir a la escuela! Con ¡¡setenta faltas!! injustificadas se mantiene una condición análoga a la de regular y el alumno rinde sólo los contenidos de las materias de los días en que no asistió, llegando inclusive a tener la posibilidad de mejores notas que aquellos otros que asisten regularmente y las obtienen con el esfuerzo diario. Hipocresía pura del prometer ciento ochenta y tantos días de clases.

Se mantiene también la mentira de la asistencia a clase de distintas maneras o se establecen sistemas laxos para que los beneficiarios de una Asignación Universal no pierdan el beneficio cuando, precisamente, se puso esa condición para que no dejen de asistir a la escuela.

No olvidemos además la increíble proliferación de feriados, "días puentes" y otros carnavales agregados al calendario escolar, interrumpiendo el ritmo de trabajo y aprendizaje. La mayor evidencia de estos desatinos se tiene en los niveles iniciales, en los que los niños, una vez logrado algo en su período de adaptación, lo ven interrumpido por el feriado largo y deben comenzar nuevamente el proceso.

La poda sustancial en contenidos relevantes se ha hecho ostensible en los últimos años y pocos pueden desarrollar los ya de por sí escuálidos NAP (Núcleos de Aprendizaje Prioritarios), porque con tantas interrupciones no se alcanzan los correspondientes a cada año que enlazan con el año siguiente.

Tampoco podemos soslayar la premisa "pasar de grado o de año, porque hay que pasar". Concepto éste que, más allá de las razones que se quieran esgrimir, lo que realmente persigue es ocultar los verdaderos resultados de nuestro sistema educativo. Se ocultan las repitencias y el fracaso en general. Es el Indec educativo, esto es lo que hay. Es un absurdo la igualdad y la inclusión perseguida con este criterio.

La mejor definición de lo que es una falacia es aquella que dice que se trata de un enunciado o argumento falso con apariencia de verdadero. El entramado de falacias con que se oscurecen nuestros horizontes aparece con mayor crueldad en nuestra educación.

Emparejar hacia abajo no es perseguir la igualdad y la inclusión. Es terrorífico pensar que ello se logra haciendo que algunos agachen su cabeza, se escondan, se disimulen. No se puede pensar, como decía Calígula, que la forma de tranquilizar a una sociedad es actuar como en los campos de trigo: cortando las espigas que sobresalen. Sólo en las sociedades amenazadas por el terror nadie quiere ser la espiga alta que asoma la cabeza porque sabe que hay alguien encargado de cortarla.

Teniendo en cuenta la excelencia de la educación argentina de otros tiempos, podemos presumir legítimamente que quienes han logrado introducir en nuestro país estos sistemas educativos se frotan las manos cuando ven los resultados de las últimas Pruebas PISA. La Educación para todos (EPT) es un rótulo engañoso. En un país donde todos tienen un libro en su casa poco hay que hacer para poner a todos en un pie de igualdad, pero donde no es así el problema no se soluciona escondiendo el libro del que lo tiene.

Aceptemos entonces que el verdadero concepto de igualdad e inclusión social consiste en que cada uno pueda desarrollar sus propias potencialidades. La función prioritaria del Estado es garantizar que todos tengan esa igualdad inicial brindando, desde la gestación misma del ser, una adecuada nutrición, prestación médica, vivienda digna, servicios sanitarios, agua, luz, alfabetización y concientización de los adultos, derechos todos que no se cumplen ni siquiera medianamente en los sectores más vulnerables.

Es así como se pone el libro en la casa que falta y resulta de una mentira perversa creer que la igualdad se cumplirá regalando títulos de conocimientos que no se tienen y certificados que finalmente no servirán para nada. Una estafa sin más, ni menos, porque estando en la escuela, y no por casualidad sino por decisión, ésta no está dando a nadie lo que nos debe a todos.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de diario Los Andes.

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