"Es el lugar más triste del mundo para un argentino", dice Eduardo mientras piensa en el Cementerio Darwin, un frío rincón austral donde están enterrados los que murieron en Malvinas. Por eso le costó traducir ese lluvioso y absurdo diálogo con la muerte en una imagen. Tuvo que volver 20 kilómetros por las fangosas rutas malvinenses y, desde adentro de la camioneta que conducía el kelper guía, disparar hacia esa cruz. La foto es de tristeza surreal. Una de las que aparecen en su libro "Imágenes apuntadas", donde reúne décadas de trabajo fotográfico ligado a la historia política y social de la nación.
"Quise contar las historias escondidas detrás de las imágenes. Desde mi primera cobertura periodística, un atentado de Montoneros durante la última dictadura, pasando por las fotografías de las Madres de Plaza de Mayo o el juicio a las juntas militares, única vez que empañé el visor de mi cámara con lágrimas", escribe Longoni en el Prólogo. Son fotos claves de la Argentina de las últimas décadas, acompañadas por las intensas circunstancias en las que fueron tomadas.
Hay -explica- relatos de los alzamientos carapintadas, la mano de Dios de Maradona en el mundial de México, el ataque guerrillero al cuartel de La Tablada.
"Y los recuerdos que tengo de haber fotografiado a Sabato, Benedetti, Charly García y Mercedes Sosa". También vemos al papa Francisco en su versión "de entrecasa", la celebración en homenaje al Gauchito Gil y el día en que Estela de Carlotto recuperó a su nieto.
“Empecé a fotografiar al mismo tiempo que estudiaba Licenciatura en Historia en la Universidad. Y creo que esa combinación me fue marcando a los largo de todos los años que llevo como fotógrafo. De alguna manera, cuando dolorosamente tuve que dejar de estudiar porque no me daban los tiempos con tantas horas de trabajo, cámara en mano, me dije a mí mismo: bueno, quizá sea el momento de dejar de estudiar los documentos para intentar producirlos”.
No usa photoshop ni truco alguno, porque concibe la fotografia documental como aquello que sale de su cámara. “La fotografía es mi lenguaje, y la cámara la herramienta para opinar. No creo que haya fotografía objetiva. Uno fotografía con su punto de vista, con su ideología, con su estado de ánimo. Y para mí eso es lo importante. Cuando empecé a fotografiar en el año ‘79, la dictadura militar era el enemigo. Yo fotografiaba desde mi manera de pensar, en contra de la dictadura”.
- Después de tanto registro, ¿cómo "leés" la historia argentina?
- Ya han pasado años de democracia, creo que estamos en un proceso de aprendizaje, yo no diría que la historia es cíclica, pero sí que las sociedades se equivocan varias veces antes de encontrar un camino. Y creo que nuestra democracia es inmadura, porque de alguna manera somos una sociedad inmadura, a la que le cuesta mucho ponerse de acuerdo en conceptos básicos.
Una foto que recorrió el mundo: la de Jorge Rafael Videla en la Iglesia Stella Maris el 24 de marzo de 1981, rezando arrodillado, mientras celebraba el quinto aniversario de la instauración de la dictadura. Como puntualiza Felipe Pigna "es un claro testimonio de la alianza entre el poder económico-militar y la jerarquía eclesiástica, clave para la concreción del genocidio".
Otra foto nos estremece, en especial esta semana en que se conoció la sentencia de los juicios de lesa humanidad de San Rafael, con el resultado de 12 perpetuas a genocidas. Longoni fue el único fotógrafo que puso ingresar al juicio a las juntas militares, en el ‘85. Allí, en el recinto de la Cámara federal donde el aire se cortaba, capturó a los ex comandantes en el banquillo. “Me resultó complicado enfocar -cuenta- entre las lágrimas, la tensión, los gritos de la gente que vociferaba ¡asesinos! ¡asesinos! Las voces salían de bocas atragantadas por años de impotencia y lucha. Creo que también me temblaban las manos”.
Y era una enorme responsabilidad porque, ya que habían hecho un pool de fotógrafos y de su cámara iban a salir las imágenes para todos los diarios del mundo. No pudo evitar, igual, que el llanto le empañara el lente. Aún con tanta emoción, la escena es simbólicamente enorme: los genocidas de cara al fiscal.
De las Madres de Plaza de Mayo tiene testimonios conmovedores. “Una muestra extraordinaria de coraje y resistencia en medio de una ‘opinión pública’ que prefería mirar para otro lado y que se permitía dudar de su salud mental y llamarlas locas adueñándose de la cordura. La imagen retrata a la perfección la soledad y la convicción de esas mujeres que enfrentaban a ese Estado terrorista”, contextualiza Felipe Pigna.
Y, entre el horror, también asoma el encuentro entre Mercedes Sosa y Charly. Un abrazo para deslizar que, aún cuando el mundo tira para abajo, hay cosas por las que darle gracias a la vida.