Algunos funcionarios del Gobierno nacional, en especial del Ministerio de Economía, ponderan los datos de la actividad económica registrados en marzo, que en realidad están señalando un camino inverso. El estimador mensual de la actividad económica (Emae) terminó con un avance de 1,5% en el primer trimestre del año, en comparación con igual período de 2022.
La recuperación no es destacable, ya que los datos del año pasado reflejaban una incipiente mejora de la actividad luego del encierro por la pandemia en 2020 y de la parcial salida de la inactividad al año siguiente.
Sin embargo, si el análisis se centra mes a mes, concluirá que en enero hubo un avance de 1,1%, y en febrero, de 0,5%, respecto de los meses precedentes. En marzo, el repunte se redujo a 0,1%, lo que estaría marcando una clara desaceleración de la actividad. El incremento casi nulo responde en gran medida a la fuerte caída en la producción agropecuaria, ya que la cosecha de granos fue prácticamente la mitad comparada con la del ciclo anterior. El estancamiento detiene la creación de puestos de trabajo, lo que agudiza la crisis social en un país donde 4 de cada 10 habitantes están sumergidos en la pobreza.
A la par de ese fenómeno, Argentina soporta un fuerte aumento en los precios de bienes y servicios. Se trata de una “estanflación”, al combinar estancamiento con inflación.
La coyuntura es difícil de resolver si el Gobierno no decide unificar los múltiples tipos de cambio, bajar el déficit fiscal y encarar reformas en materia impositiva, laboral y previsional, entre las más urgentes. Hasta ahora, el ministro optó por soluciones parciales, de dudosa efectividad.
Una muestra de los anuncios carentes de eficacia es el aumento en los límites de compra a los tenedores de tarjetas de crédito. El ministro se atribuyó la medida cuando, en realidad, la facultad del incremento y de los planes de financiación queda sujeta a cada banco, según la calidad crediticia del titular de la tarjeta.Por lo demás, las familias están al límite de su capacidad de endeudamiento.
El derrotero trazado por el Gobierno incluye el fracaso del tercer plan “dólar soja” y la ambivalente relación con Estados Unidos y con China, a los que se acude para sumar dólares al Banco Central.
La interpretación parcial de los datos de la actividad económica o la espectacularidad de ciertos anuncios no ocultan que el verdadero objetivo es llegar a las elecciones disimulando la crisis económica. Aún restan menos de cinco meses para la primera vuelta de la elección presidencial, que pueden resultar un escalón más en la decadencia y en la agudización de la tensión social.
La historia y las urnas no debieran ser benevolentes con quienes conducen semejante tragedia, que combina estancamiento con inflación.