Entre las conductas sociales que se deben condenar de una manera taxativa, sobresale la mal llamada “justicia por mano propia”.
La inseguridad no justifica, en ningún caso, que un grupo de vecinos proceda a la detención de quien supuestamente habría cometido un delito y que acto seguido lo agreda con fuerte saña.
Es, sin atenuantes, un ataque a la integridad física de una persona que, aunque haya transgredido una ley cualquiera, sigue siendo un sujeto con los mismos derechos que los demás.
Por lo tanto, el castigo que recibe en esas circunstancias constituye un delito aberrante, y sólo en determinadas circunstancias puede ser fruto de un estado de emoción violenta.
El ejemplo de estos días ha quedado grabado por un testigo que activó la cámara de su celular. En Berazategui, provincia de Buenos Aires, un hombre fue golpeado por un grupo de vecinos luego de que lo acusaran de haber robado un almacén. La víctima del robo comenzó a gritar. Algunos vecinos salieron en su defensa, persiguieron al hombre y lograron detenerlo.
Aquí comienza el video. Dos personas le sujetan las manos y se las atan en la espalda, mientras una tercera le pisa la cabeza –la cara contra el asfalto, ensangrentada– y una mujer, que sería la dueña del almacén al que intentó robar, lo va desvistiendo desde los pies. Otras personas intervienen y lo patean. Ya descalzo, alguien le pisa con fuerza un pie. En los alrededores, hay por lo menos 10 personas observando la escena. El hombre ruega que lo dejen ir; pide perdón. La violencia continúa. La filmación dura dos minutos y medio. Es obvio que la golpiza duró mucho más.
¿Esto es justicia? No. Es violencia injustificable. ¿Alguien es capaz de decirnos que se lo merece por haber robado?
El modelo de sociedad en el que hemos decidido vivir impide que nos comportemos de ese modo.
Podemos asistir a la víctima de un robo. Podemos colaborar con la Policía, en ciertos casos, en la detención de un delincuente. Pero no tenemos derecho a ejercer la violencia sobre ninguna persona, más allá de lo que haya hecho.
Ni siquiera un agente de la fuerza de seguridad del Estado tiene cobertura legal para golpear de ese modo a un sospechoso de haber cometido un delito.
Que no se trate de un hecho aislado y extraordinario agrava más el cuadro.
Hace por lo menos 30 años que estos ataques se pusieron de moda. Es hora de terminar con ellos.
Es cierto que la inseguridad golpea fuerte y en estos días ha vuelto a tener un fuerte crecimiento luego de alguna disminución provocada por la cuarentena inicial, y eso provoca estados de ánimos caldeados en los ya de por sí sufridos ciudadanos que deben lidiar contra el virus. Pero las pasiones no deben exceder a la razón y la justicia no debe dar paso a la venganza, porque no existe otro modo de convivir en una sociedad civilizada.