La gestión del presidente Alberto Fernández se ha vuelto una incógnita imposible de descifrar, por obra de la feroz interna que los distintos sectores del Frente de Todos libran a través de los medios de comunicación. Interna que en cada escena daña la figura presidencial y amenaza con poner en riesgo directamente la gobernabilidad.
No importa si se trata del área económica, de seguridad, de acción social o cualquier otra, apenas los ministros o algún integrante de sus equipos informan sobre medidas inminentes, desde otro sector del mismo gabinete o de la coalición emergen voces que ponen en duda la efectividad de las medidas que se anuncian, cuando no declaran que van en contra del ideario que se considera fundante de ese espacio político.
Del fuego cruzado entre los socios no se salva nadie. Por caso, varios dirigentes de La Cámpora criticaron al Presidente, quien les respondió diciendo que él no estaba para escuchar el barullo de la política, sino los reclamos de la gente. Pero La Cámpora le había salido al cruce por esas declaraciones off the record en las que comentó su plan para “terminar con 20 años de kirchnerismo”.
Aníbal Fernández intervino para poner en duda que Máximo Kirchner trabaje. Máximo Kirchner puso en duda la lógica de gobierno de Axel Kicillof en Provincia de Buenos Aires. Sergio Berni, ministro de Kicillof, criticó a Aníbal Fernández y al Presidente.
Andrés Larroque, otro ministro de Kicillof, cargó una vez más contra el Presidente y dijo que el proyecto de su reelección “ya quedó atrás”, al tiempo que ratificó que “la columna vertebral de este espacio político” es Cristina Fernández, “la única que tiene autoridad para generar un plan B”.
Cristina Kirchner guarda silencio, pero promueve que el “operativo clamor” para alentarla a que sea candidata se traslade al interior del país, acaso no con la expectativa de encabezar la fórmula presidencial sino para demostrarle al peronismo que ella sigue siendo la líder indiscutida por lo que debiera designar el candidato.
En paralelo, nadie desalentó los rumores sobre un profundo distanciamiento entre Alberto Fernández y Sergio Massa, su ministro de Economía. Al contrario, nada menos que la esposa de Massa, Malena Galmarini, titular de Agua y Saneamientos Argentinos (Aysa), aseveró que hubo numerosos trascendidos generados por la Casa Rosada para criticar a su marido. Que no estaría pensando en asumir una candidatura presidencial, porque está plenamente comprometido con la función que ejerce en la actualidad, según su esposa. Pero, de todos modos, es evidente que las críticas que se propagaron desde las cercanías del Presidente dañan la figura de Massa y, llegado el caso, le impedirían ser el candidato del oficialismo.
Nadie parece darse cuenta de lo dañino que resulta el juego del autoboicot en el que se regodea el oficialismo. Mientras se impugnan unos a otros, no naufraga sólo una coalición sino un gobierno, lo que repercute, y con fuerza, en la crisis económica.