Un gobierno quebrado ante una negociación clave

Con un gobierno virtualmente partido por el solo hecho de una negociación de deuda es difícil imaginar otro destino que no sea el de la tormenta política permanente.

Un gobierno quebrado ante una negociación clave
La Argentina necesita imperiosamente trazar un camino de previsibilidad en materia económica que aliente a la producción y la inversión. / Foto: Corresponsalía

Lo relacionado con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional fue lo más áspero que tuvo que afrontar la política argentina en estos días, no sólo por lo difícil que fue para la gestión económica encabezada por el ministro Guzmán conseguir un entendimiento que resultase viable para la Argentina desde el punto de vista de sus posibilidades económicas, sino, fundamentalmente, por lo traumático que resultó todo ello en el debate interno oficialista.

Como indicamos en este mismo espacio anteriormente, el presidente de la Nación debió haber llegado a su discurso ante el Congreso con dicho entendimiento debidamente cerrado y, por añadidura, con una relación mucho más cordial con la principal coalición opositora, clave para las aspiraciones del Ejecutivo en virtud de la conformación de las cámaras legislativas que surgió de las últimas elecciones.

Pero ese paso no pudo ser dado por el Gobierno y dicha jornada legislativa no sólo ahondó tensiones entre oficialismo y la oposición principal: obligó al equipo del presidente Alberto Fernández a tener que apurar negociaciones políticas de urgencia que no hicieron otra cosa que acentuar el disgusto del kirchnerismo (parte importante del frente gobernante) en todo lo relacionado con la negociación de la deuda.

Los contactos entre el gobierno argentino y el de Estados Unidos, influyente país en las decisiones que debe adoptar el FMI, permitieron en los últimos meses mejorar relaciones bilaterales y potenciar el marco de acuerdo que la Argentina buscaba y necesita de ahora en más.

El gobierno argentino tuvo, y tiene aún, el campo más despejado para fijar una hoja de ruta clara en materia económica, respondiendo de ese modo a las expectativas que en tal sentido mantienen los países que más respaldo pueden garantizar a las decisiones que aquí se adopten.

Y el Fondo Monetario de algún modo pidió un compromiso político amplio para el marco de entendimiento que negoció con la conducción económica.

El presidente de la Nación debió haber llegado a su discurso ante el Congreso con dicho entendimiento debidamente cerrado y, por añadidura, con una relación mucho más cordial con la principal coalición opositora.
El presidente de la Nación debió haber llegado a su discurso ante el Congreso con dicho entendimiento debidamente cerrado y, por añadidura, con una relación mucho más cordial con la principal coalición opositora.

Pero la realidad parece ser otra. ¿Qué se puede esperar de un oficialismo que se divide en duros términos justamente por la necesidad existente de pactar con dicho organismo?

Por lo tanto, y en ese contexto, ¿es suficiente el respaldo de la oposición al marco de entendimiento logrado por el Gobierno? Oposición que puso su predisposición para ello, pero que fue puesta a prueba una vez más cuando la conducción económica pretendió sumarle al acuerdo con el FMI un plan económico.

Una cosa es autorizar a la Casa Rosada a tomar deuda para recomponer una cadena de vencimientos.

Pero el programa para poder cumplir con esas metas es sólo facultad del Ejecutivo.

La Argentina necesita imperiosamente trazar un camino de previsibilidad en materia económica que aliente a la producción y la inversión.

El argumento de que el ajuste es la única herramienta válida de los organismos de crédito para ayudar a países en dificultades, como el nuestro, se convierte en una suerte de círculo vicioso que no permite mirar más allá y proyectar en el corto y mediano plazo.

Con un gobierno virtualmente partido por el solo hecho de una negociación de deuda es difícil imaginar otro destino que no sea el de la tormenta política permanente.

Excepto que nuevos acuerdos o nuevos consensos más profundos reconstruyan la gobernabilidad que este acuerdo puso en tela de juicio.

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