Un futuro económico cada vez más preocupante

Lo que nos sucede se llama desde hace mucho “estanflación”, la suma de lo peor de ambos mundos: retroceso e inflación. La salida de la pandemia, cuando ocurra, nos hallará en las peores condiciones, con un Banco Central obligado a esterilizar un mínimo de un billón de pesos emitidos y la imposibilidad de cancelar los pasivos adquiridos con la banca.

Un futuro económico cada vez más preocupante
Seguimos teniendo inflación cuando debería suceder el fenómeno inverso en una economía paralizada.

En el marco de una economía fuertemente recesiva desde hace mucho tiempo y luego paralizada por la cuarentena, la inflación registrada por el índice de precios al consumidor (IPC) arrojó un preocupante 2,2 por ciento. Algo muy difícil de explicar. Pero el país ha sido capaz de probar y desechar toda teoría económica en las últimas seis décadas: desde los lejanos años de los últimos números positivos recordables, aquellos en que la gestión de Arturo Illia mostraba a la vez crecimiento, baja inflación y mínimo desempleo, todo entre nosotros ha sido confusión y experimentos fallidos.

En tanto, desde una vereda nuestros economistas sostienen que el problema estructural del país genera inflación a la manera de un cuerpo enfermo y otros alegan que la emisión descontrolada no la genera. Un escenario variopinto, donde hasta una presentadora de tevé puede alegar que en este último caso podrían suprimirse los impuestos dado que todo se remedia imprimiendo más pesos. Lo cierto es que seguimos teniendo inflación cuando debería suceder el fenómeno inverso, en una economía paralizada, con dólar artificialmente controlado, servicios y tarifas congelados y baja demanda de bienes.

Pero lo que nos sucede se llama desde hace mucho “estanflación”, la suma de lo peor de ambos mundos: retroceso e inflación. La salida de la pandemia, cuando ocurra, nos hallará en las peores condiciones, con un Banco Central obligado a esterilizar un mínimo de un billón de pesos emitidos y la imposibilidad de cancelar los pasivos adquiridos con la banca.

Puede suponerse que ya alguien pensó en convertir dichas acreencias en un nuevo plan Bonex y que los bancos comienzan a preguntarse qué harán para devolver su dinero a los ahorristas. Aun cuando quizá ya sepan la respuesta, dado que una de nuestras leyes no escritas es seguir haciendo lo que ya antes nos salió mal.

Liberales y ultras, ortodoxos, monetaristas, heterodoxos, dirigistas y socialistas de copetín se han sucedido en un gigantesco campus experimental en el que nuestra economía choca una y otra vez con el principio de acción y reacción para demostrarnos en una agotadora reiteración circular que no podemos consumir lo que no producimos, axioma patentado por un militar-presidente siempre citado con la frase: “Cada argentino debe al menos producir lo que consume”.

Y es también rigurosamente cierto que todo comienza con un proyecto y que el actual nadie lo ha visto, aun cuando se insista en que este existe pero no se lo muestra, quizá en la convicción de que lo esencial es invisible a los ojos. Pero esto último ya es literatura.

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