Un día que recuerda proteger el agua

El Día Mundial del Agua se recuerda cada 22 de marzo para poner en relieve el valor de ese recurso esencial para la vida, vital para una provincia semidesértica como la nuestra, donde todavía tenemos muchos deberes pendientes en lo que concierne al líquido.

Un día que recuerda proteger el agua
José Gutierrez / Archivo Los Andes

A pesar de que todas las actividades sociales y económicas dependen en gran medida del abastecimiento de agua dulce y de su calidad, 2.200 millones de personas viven sin acceso al agua potable.

Esta bochornosa falencia de nuestro mundo actual, se enmarca en la conmemoración de la fecha, Día Mundial del Agua, cuya instauración se remonta a 1992, en que tuvo lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en Río de Janeiro (Brasil) y de la que emanó la propuesta.

En ese mismo tiempo, la Asamblea General de la ONU adoptó la resolución por la que el 22 de marzo de cada año fue declarado Día Mundial del Agua.

Esta conmemoración tiene por meta concientizar acerca de la crisis mundial del agua y la necesidad de adoptar medidas para abordarla de modo de alcanzar el objetivo de desarrollo sostenible, que pregona agua y saneamiento para todos, antes de 2030.

Cada año se determina un tema o lema distinto. En 2021, fue “Valoremos el agua” y, en 2022, “La importancia del agua”, como forma de remarcar la relevancia del recurso.

A esta evocación del día se añaden eventos anuales específicos en torno al agua (por ejemplo, el Año Internacional de Cooperación en la Esfera del Agua 2013).

Todo ello hace reafirmar que las medidas hídricas y de saneamiento son clave en la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental.

En Mendoza, dependemos de manera extrema del agua por las condiciones de clima semidesértico de nuestro suelo. Sin embargo, por la ineficiencia del riego en la vitivinicultura, en particular, y en los cultivos, en general, nos impide ahorrar 387 mil millones de litros por año, tal como lo reveló, en una nota publicada en este diario, el licenciado en Economía y magister en Gestión Integrada de Recursos Hídricos, Eduardo Comellas. El especialista señalaba que lo dramático es comparar, esa cantidad de agua, con la que distribuye anualmente Aysam en toda la provincia. En total entrega unos 340 mil millones de litros, casi la misma cantidad de líquido que se podría ahorrar mejorando el riego.

Comellas aporta otro dato: se podrían ahorrar otros 366 mil millones de litros si se realizaran mejoras en infraestructura y en el uso de agua que realizan los establecimientos comerciales. Otro problema que pareciera insoluble, porque se repite año tras año, es la fuga de líquido en las cañerías de agua corriente.

Se ven y se sufren por todas partes. Aparentemente, Capital y Guaymallén son los departamentos en los que más se derrocha agua por el mal estado de las tuberías. El inconveniente también se da en las restantes jurisdicciones del Gran Mendoza.

Miles de litros diarios que dilapidan las cañerías por el envejecimiento de los sistemas de distribución. Un plan bien pensado y planificado para evitar estas fugas, en toda la Zona Metropolitana, sería un gran desafío, aunque, por supuesto, debe reconocerse que la inversión para realizarlo sería multimillonaria.

En medio de la crisis hídrica de Mendoza, la falta de inversiones, mantenimiento y renovación de las tuberías, genera que se pierda el 35% del flujo de agua entre la planta potabilizadora y el hogar de los mendocinos.

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