En lo político y bélico se encienden en el mundo cada vez más alarmas. Y si a las actuales crisis, en la mayoría de los casos crecientes, les sumamos apreciaciones alarmantes de parte de personajes públicos ambiciosos de poder, el panorama se torna aún más incierto.
Donald Trump, el muy controvertido ex presidente republicano de Estados Unidos, que aspira a obtener un nuevo mandato en las elecciones de este año, para lo cual está posicionándose cómodamente en las primarias que lleva a cabo su partido, generó estupor y rechazo cuando se refirió recientemente a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que no cumplen rigurosamente con su aporte periódico para la defensa.
Dijo el magnate y político, retomando una vieja idea suya, que los países que no aportan a tiempo con dicha cuota se abusan del poder de Estados Unidos y merecerían, por lo tanto, ser blanco de Rusia. Dijo en tal sentido que las tropas a las órdenes de Putin deberían “hacer lo que quieran” con esos países no cumplidores.
Como era de esperar, hubo abundantes reacciones ante tan polémicos dichos, empezando por el presidente de EEUU, Joe Biden, que calificó la actitud del republicano de “peligrosa” y “antiestadounidense”.
Biden, que derrotó a Trump en las últimas elecciones presidenciales y probablemente tenga que enfrentarlo nuevamente en noviembre, sostuvo que semejante mirada nunca fue imaginable de parte de un ex jefe de Estado estadounidense.
Desde todo punto de vista la actitud de Trump es criticable. No puede exigir con prepotencia e ironía a la vez el cumplimiento de la llamada cuota para la defensa de la OTAN. Además, es indudable el liderazgo estadounidense en dicha alianza atlántica, como en cualquier organismo internacional, si se tiene en cuenta el poderío bélico que lo distingue. Los demás países acompañan.
Desde que ordenó la invasión a Ucrania, hace casi dos años, Putin y su régimen dictatorial han estado en la mira de Occidente por el riesgo que suponen sus ambiciones estratégicas. Por otro lado, la relación Trump-Putin siempre estuvo en la mira. Mucho se habló durante largo tiempo de sospechas de un complot de espías rusos a favor del controvertido republicano cuando éste venció a Hillary Clinton en las presidenciales de 2016.
Por ello, lo sucedido obliga a analizar, a partir de apreciaciones como la que citamos en este espacio y que forman parte de las actitudes habitualmente controvertidas de Trump, qué panorama internacional le espera a la política global en materia de seguridad. Porque al expansionismo del régimen de Putin se le suman expectativas siempre latentes de China con respecto a Taiwan, el riesgo que supone Corea del Norte con el lanzamiento periódico, a modo de prueba y amenaza a la vez, de armamento de largo alcance; o la sucesión de acciones guerrilleras que política e ideológicamente dan paso a conflictos de magnitud, como el que se vive hoy en día en Oriente Medio.
El mundo actual necesita estadistas capaces de contrarrestar la carga que significan ambiciones expansionistas como la inentendible acción rusa en Ucrania. Lamentablemente, es algo difícil de imaginar mientras sigan vigentes personajes controvertidos y al borde del delirio.
