El reciente anuncio de la Dirección General de Aduanas (DGA) acerca de que revisará el equipaje de los pasajeros antes de que salgan del país para predecir infracciones al regreso resulta por lo menos paradójico en la Argentina, más allá de las verdaderas intenciones que pueda subyacer en la iniciativa.
Nadie ignora –y menos los funcionarios aduaneros– que las fronteras del territorio nacional son auténticos coladores para todo tipo de tráficos. Mientras fuerzas de seguridad enfrentan a tientas a contrabandistas en parajes selváticos, toneladas de drogas diversas circulan por nuestras rutas, y se distribuyen sin más en pueblos y en ciudades, o bien son reembarcadas a puertos lejanos.
Nadie ignora, tampoco, que vivimos en un país donde raramente se revisa y se requisan las cargas no declaradas de los barcos que navegan la autovía fluvial más importante del subcontinente.
Desde hace años, se sospecha y se denuncia que en la triple frontera con Paraguay y Brasil ocurren cosas raras, pero el Estado poco y nada hace al respecto.
En las últimas semanas se produjo, además, un sonoro escándalo en torno a los ciudadanos rusos que ingresan en busca de un pasaporte que aún es valioso en el mundo, pero que corre el riesgo de devaluarse muy pronto.
En medio de ese panorama, llega este anuncio sobre los nuevos controles que establecerá la Aduana y cuyo plan piloto ya fue probado en el Aeropuerto de Ezeiza y en el Aeroparque Jorge Newbery.
La iniciativa tiene el encanto de lo sencillo y la misma garantía de éxito que implicaría invitar a un cazador a disparar en un zoológico.
Apela a la informática y a los algoritmos para anticipar conductas ilícitas a partir del análisis del perfil del viajero, su historial, el volumen de sus maletas y si regresa un poco más cargado de lo que se fue.
Ahora el viajero deberá cuidarse de volver del extranjero con algunas remeras de más adquiridas en un outlet, no vaya a ser que lo castiguen por su transgresión y lo estigmaticen por el privilegio de viajar al exterior y pretender defraudar al fisco.
Por supuesto, los funcionarios de viajes frecuentes no deberían preocuparse: como se sabe, la integrante de la Policía Aeroportuaria que interceptó los maletines cargados de dólares de Antonini Wilson no trabaja allí desde hace mucho tiempo.
Queda claro que quienes no pueden resolver las cosas importantes deben ocuparse de nimiedades.
Comprendido el punto, nuestros aduaneros llevarán a la práctica un sistema que parece inspirado en la película Sentencia previa, de Steven Spielberg, basada en un relato de Phillip K. Dick en el que los delitos son abortados antes de que su autor material sepa siquiera que iba a cometerlos.
Algo por el estilo está a punto de perpetrar la Dirección General de Aduanas, y cabe preguntarse qué incomodidades, molestias y situaciones engorrosas les espera en un futuro cercano a viajeros y a turistas argentinos cuya partidas y llegadas a nuestros aeropuertos no deberían constituir un inmediato motivo de sospecha por parte del Estado.