La Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) desdobló el dólar oficial, al adjudicarle valores diferenciales según el destino que le dé el potencial comprador. De este modo, los dólares destinados a viajes y a gastos en el exterior serán un 10% más caros que los que se atesoran a manera de ahorro. Una nueva distorsión, que se agrega a un desquiciado mercado de cambios en el que ya existen casi 10 operaciones distintas, con sus consecuentes variaciones de precios, para adquirir moneda extranjera.
El nudo central está en el cepo cambiario, que impide que cualquier ciudadano compre libremente la cantidad de dólares que desee. La justificación oficial es que a la economía argentina le faltan dólares, casualmente. En realidad, el cepo impide que ingresen dólares. Es la lógica con que se maneja la economía, aunque la política gubernamental no la quiera aceptar.
Si se levantaran las restricciones, el mercado cambiario se unificaría y los dólares fluirían en el sentido que le impongan a diario los operadores. Por caso, los exportadores volverían a liquidar sus divisas, al asegurarse un buen precio, y los importadores no adelantarían innecesariamente sus compras, porque tendrían la posibilidad de ir regulando su necesidad de moneda extranjera de acuerdo con la oscilación de las cotizaciones.
Esa dinámica no es mera utopía, tampoco es una versión acotada del paraíso terrenal. Es la forma más básica con que se desenvuelve un mercado de cambios en casi todo el mundo cuando no hay controles intervencionistas por parte del Estado, y el Banco Central, con perfecta autonomía, ejecuta una política monetaria que reduce al mínimo la posibilidad de que se registren fuertes vaivenes en el valor de su moneda.
Si el Gobierno argentino persiste, contra toda lógica, en los cepos y en las medidas distorsivas, más allá del histórico afán del peronismo por controlar todas las variables de la economía, es porque la liberación del mercado del dólar implicaría una fuertísima devaluación, por la amplia brecha que separa al precio oficial de los de los mercados alternativos.
De hecho, la resolución de la Afip puede interpretarse como una devaluación subjetiva: quien compre dólares ahorro a través de sus cuentas bancarias pagará un 10% menos que quien los destine a viajar al exterior. Puede tratarse, claro está, de la misma persona. En un caso, Afip le retendrá al comprador un 35% del monto operado a cuenta de su futuro pago del Impuesto a las Ganancias; en el otro, será un 45%.
Este potencial comprador bien podría estar exento del Impuesto a las Ganancias. O si no lo estuviera, por sucesivas compras de dólares, Afip podría terminar reteniéndole un monto mayor al que deberá pagar en su momento. En cualquiera de estos casos, el ciudadano deberá hacer una serie de trámites para que le devuelvan lo que corresponda de esas retenciones.
Mal que les pese, las autoridades debieran comprender que faltan dólares porque sobran restricciones.