Una de las demandas de sectores desprotegidos de la población gira en torno a la cuestión alimentaria, algo pendiente para muchos argentinos que, penosamente, alcanza a muchos niños y niñas. El acceso a la alimentación adecuada se ha deteriorado. No viene de ahora solamente, sino que se arrastra años y la población en la pobreza lo sigue sufriendo.
Nos encontramos con una situación en la que la lucha contra el hambre y la miseria en el país, debería ser una cruzada en la que todos -gobiernos nacional, provinciales y oposición- se unieran para encontrar opciones que estabilicen la frustrante realidad de muchos compatriotas para quienes comer es una dificultad del día a día, con baches en las tradicionales cuatro comidas diarias.
No obstante, la gran cantidad de comedores formales e informales, que se reparten en la geografía nacional para hacer frente a la necesidad de alimentarse, la penosa realidad no se supera. Se trata de una situación no entendible, en realidad, dado que, como se señala en forma habitual, el país dispone de un enorme potencial para producir alimentos capaces de alimentar a millones de personas. Sin embargo, existe hambre.
Sobre la cuestión alimentaria aportamos un comentario del Premio Nobel de Economía de 1998, Amartya Sen, galardonado por sus contribuciones a la teoría del bienestar social. Según este economista, el hambre no es el producto de la falta de producción de alimentos con relación a la población, sino con la capacidad que tienen las personas para acceder a esa alimentación.
No es una solución total y ni siquiera sabemos si alcanzaría a toda la geografía nacional, pero hay una opción que podría ser utilizada con mayor ventaja y es la pesca. Esta actividad constituye una fuente destacadísima de proteínas, de generación de empleo y beneficios económicos.
Nos apoyamos en los estudios realizados por el doctor César Augusto Lerena, experto en Atlántico Sur y ex secretario de Estado. Este investigador, oriundo de Mar del Plata, sostiene en “Pobreza y descarte de pescados al mar” (Ver ‘El Economista, 6/10/21) que “la explotación pesquera extranjera se lleva del Atlántico Sur un millón de toneladas anuales y las estadísticas oficiales indican que la Argentina desembarca unas 800.000 toneladas/año”. A ello, debe agregarse que los buques extranjeros realizan importantes descartes al mar y los nacionales unas 300 mil toneladas anuales de pescados, considerados sin interés comercial o como producto de la pesca incidental (bycatch) cuando se captura langostino. Asimismo, se agrega en esta depredación las capturas de individuos juveniles (del 35% al 70%) o adultos en proceso de reproducción. Según Lerena, el Estado está ausente para asegurar una administración adecuada de los recursos que debieran disponer las generaciones venideras.
El punto es que el aprovechamiento racional de estos recursos permitiría alimentar -con proteínas- a tres millones de niños y adolescentes durante todos los días del año, a la par de generar unos 15 mil empleos en un país con 54% de niños pobres menores de 14 años (5.400.000 de niños) y con un 11,3% de desocupación.
Es, entonces, la del mar –aunque a los mendocinos nos quede lejos- una opción para tener en cuenta a la hora de analizar la problemática del hambre en la Argentina.