Debe tenerse como noticia auspiciosa que el municipio de la Capital haya iniciado, hace semanas, un proceso de mejoras edilicias en el Museo del Área Fundacional MAF), en la Cuarta Sección.
Es el sitio donde nació Mendoza en marzo de 1561, y que destruyó trescientos años después el terremoto de marzo de 1861.
Tras el gran sismo, pocas construcciones quedaron en pie, una de ellas, las Ruinas de la Iglesia de San Francisco, ubicadas en la esquina de calle Ituzaingó y Beltrán.
Con los años, el municipio capitalino realizó un muy importante esfuerzo de recuperación y preservación del patrimonio arquitectónico del sector.
En los noventa se remodeló la plaza Pedro del Castillo encontrándose tesoros en sus excavaciones, como los restos del original Cabildo de la época colonial y la fuente que dotaba de agua a los sus antiguos pobladores.
En este predio donde se fundó la Ciudad de Mendoza se encuentra también el Museo del Área Fundacional (MAF), en cuyo interior se puede apreciar excavaciones con vestigios de la antigua urbe, con un diseño de montaje de exposición gráfica o expográfico muy moderno para asistentes con discapacidades motrices y visuales.
Se trata de un museo arqueológico “de sitio e interpretación”, único en su tipo en la ciudad, que fue diseñado por la fallecida arquitecta Graciela Musri.
El establecimiento, pese a que no es tan antiguo, ya que data de 1993 (tiempos de la administración de Roberto Iglesias), venía soportando diversos inconvenientes en su infraestructura que exigían un plan de obras de mantenimiento.
“El edificio tiene sus años, y el terreno ha cedido en algunas partes. Se perciben en una pared algunas grietas, y hay columnas que han perdido el basamento, porque estaban apoyadas sobre los sedimentos arqueológicos”, explicó la directora del Museo, licenciada en Historia Betina Azucena Tamiozzo.
La directora de Obras Públicas de la Ciudad, Paola Meretta, reconoció que las instalaciones son problemáticas porque están asentadas en una zona “de cauce aluvional, entonces no tiene tanta resistencia la tierra”.
Argumentó asimismo que los trabajos que se harán consisten en “un refuerzo estructural para preservar y conservar debidamente ese terreno arqueológico”. Al ceder el terreno, esto hace que “tengamos que refundar, por así decirlo, algunas bases estructurales o columnas”.
La anterior obra de reformas que recibió el lugar fue en 2017 cuando se cambió la cubierta superior y se logró de esa manera disponer de un techo más liviano.
También el servicio de sanitarios quedará nuevo y se jerarquizará el Paseo de la Biodiversidad, con plantas autóctonas, en la parte este del predio.
Sostenemos que, así como procedió el municipio capitalino poniendo manos a la obra en este complejo fundacional, se debe actuar siempre con los bienes patrimoniales, sean estos municipales, provinciales o de carácter nacional, porque demorar los arreglos puede contribuir a malograr o perder determinados inmuebles, monumentos o edificios que conforman la identidad de una ciudad.
Mas allá de los intereses particulares, muy respetables, por cierto.
El Estado podría haber armonizado procedimientos para intentar conservar propiedades que fueron vendidas por sus propietarios o sucesores, y que hubiera significado un gran aporte para la posterioridad su salvataje, a través de una acción de complementariedad entre el sector privado y el oficial.
Damos como ejemplo, el caso de las casas de hombres públicos y gran trayectoria que fueron demolidas, como fueron las residencias de Benito Marianetti, obra del arquitecto Raúl Álvarez, o de Antonio Di Benedetto, proyecto del arquitecto Ricardo Casnatti.
