Como cada año, en este nuevo aniversario patrio es importante recordar y destacar la decisión de aquellos próceres de mayo de 1810, cuando en el Cabildo de Buenos Aires se dio inicio a un proceso de emancipación que se coronaría seis años después, en Tucumán, con la declaración de la independencia.
No debe dejar de considerarse el fuerte sentimiento de libertad de aquellos habitantes de Buenos Aires, que alentaron con su reclamo a los miembros del Cabildo para que surgieran definiciones sobre el enorme proceso que se gestaba en aquel histórico sitio.
Fue el pueblo porteño el que exigió la total prescindencia de la Corona de España. Para ello consiguió que cediera la férrea resistencia del virrey Cisneros. Fue el paso necesario para que el fuego revolucionario alumbrara al primer gobierno patrio, la Primera Junta.
En aquella fundacional Semana de Mayo dio sus primeros pasos el país que cada argentino aprendió a querer, a pesar de un largo y duro trayecto de odios y rencores hasta lograrse la pacificación.
Es destacable que la base de argentinidad que instaló aquella gesta fuese lo suficientemente sólida; no tambaleó, pese a diferencias y rivalidades en el trayecto hasta la definitiva unión nacional.
Sin embargo, tras aquella unidad lograda, el siglo XX no fue fácil de recorrer.
La inestabilidad política derivó en frecuentes interrupciones democráticas, hasta que en 1983 nuestro país retomó el camino del orden institucional. Pese a ello, con los años esa normalidad republicana no halló en la dirigencia a cargo de conducir el Estado la idoneidad y honestidad capaces de mejorar la vida de los argentinos.
Así, la épica de los hombres de mayo de 1810 contrasta claramente con las mezquindades y miradas cortoplacistas que caracterizan a la dirigencia política de la Argentina de hoy, sin distinción de partidos o ideologías.
En todo caso, la actual conducción del Estado, ejercida por el presidente Javier Milei, parece representar un gesto de rechazo a la política desgastada y un voto de confianza a un cambio de rumbo sin dudas necesario. Habrá que esperar para juzgar.
Pero sí queda claro que una persona o el movimiento político que lo acompañe tal vez no sea capaz por sí solo de torcer el rumbo. Es por ello que, en mayor o menor medida, todos los actores de la vida política de la Argentina de hoy son responsables del escenario actual, que es el de un país marcado por la desesperanza de sus ciudadanos, el empobrecimiento de gran parte del tejido social y el convencimiento de muchos de que un futuro próspero únicamente se puede visualizar buscando otros horizontes, puertas afuera de este país.
Por lo tanto, es obligación de la actual dirigencia lograr acuerdos, como los de los fundacionales de mayo de 1810, para que la Argentina retome un sendero que mucho costó construir.
El presidente de la Nación convocó en su momento a la firma de un promocionado Pacto de Mayo con los gobernadores de las 23 provincias y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, acto que debía llevarse a cabo en la provincia de Córdoba justo en conmemoración de los 214 años de la Gesta de Mayo de 1810.
Esa loable iniciativa, sin embargo, quedó pendiente porque fue condicionada a la aprobación de una ambiciosa ley con la que el actual gobierno nacional pretende sustentar su gestión, lo que no fue posible aún por los tiempos del proceso legislativo.
Debemos desear, por lo tanto, que la luz de mayo de 1810 alcance para iluminar el derrotero de los hombres públicos de la Argentina de hoy.