En coincidencia con la celebración del bicentenario de su independencia, asumirá la presidencia de Perú el mandatario electo en los últimos comicios, Pedro Castillo.
Será precisamente hoy, el 28 de este mes, fecha establecida en ese país para el recambio institucional, cada 5 años.
Luego de un prolongado período transcurrido tras las elecciones, el Jurado Nacional Electoral peruano proclamó a Castillo como nuevo presidente por una escasa ventaja sobre su rival en el balotaje, Keiko Fujimori, a la que superó por 44.000 votos.
La inestabilidad política de Perú durante las últimas décadas no dejó de sorprender en la reciente elección, que coronó para conducir a ese país a un casi desconocido maestro de escuela, que recién tomó trascendencia pública cuando asumió como titular de un sindicato de docentes y que dice tener una clara orientación conservadora en cuanto a costumbres sociales y de extrema izquierda en lo político.
Por otra parte, es entusiasta promotor de una reforma constitucional en su país, lo que despierta suspicacias en virtud de su inclinación populista y de la coincidencia con procesos similares en la región.
Si bien hay que hacer justas salvedades (Chile se encuentra en proceso de reforma de una Constitución “pinochetista” que perpetuó desigualdades sociales y Perú puede retocar un sistema criticado y que le otorga poderes especiales a su Parlamento para remover presidentes), el contexto político regional no permite alentar un avance hacia el necesario equilibrio más allá de lo ideológico.
Sin embargo, el mandatario a punto de asumir dice buscar una unidad en su país que sería muy elogiada en caso de cumplirse.
Prometió públicamente un gobierno “abierto a todos, un gobierno donde nadie se quede atrás”.
Invitó a un gobierno “de todas las sangres, sin discriminación alguna…”.
Conceptos muy interesantes que deberán ser ratificados en los hechos a partir de la asunción de este sorprendente docente.
Lo que exprese en su discurso inaugural puede marcar el rumbo que elija.
El desafío para el Perú es muy grande.
La paridad electoral habla claramente de dos enfoques sociales muy definidos y, seguramente, de una polarización política que pondrá a prueba el sistema democrático de ese país hermano.
El triunfo de Castillo no se apoya en cifras contundentes, de amplias mayorías ciudadanas en la búsqueda de un rotundo cambio social y político.
La votación en segunda vuelta de los peruanos no tuvo más opciones que este pintoresco personaje del sombrero y la mística marxista y la hija de un hombre que llegó con el voto popular, se transformó en un dictador juzgado y terminó condenado y preso por sus excesos.
Perú necesita consolidar su economía, que supo superar los vaivenes políticos con bastante estabilidad, pero apoyada en una muy elevada informalidad laboral.
Y requiere una mejora en su nivel de educación, para lo cual será necesario que el futuro presidente apele a su propuesta de apertura al consenso que evite orientaciones reñidas con los principios básicos de pluralidad y tolerancia.