Merece ser valorada la reciente propuesta del ex senador Esteban Bullrich en la búsqueda de un “gran acuerdo nacional” con la finalidad de dejar de lado las actuales diferencias políticas e ideológicas que dividen a los argentinos, situación que definió como “maldita grieta”.
El trabajo fue dado a conocer en San Nicolás, Buenos Aires. Allí el ex dirigente de Juntos por el Cambio señaló que “lo que nos une es más fuerte de lo que nos separa”. No pasó inadvertida la presencia, en respuesta a la invitación cursada, de dirigentes de distintos signos políticos, especialmente en representación de sectores radicalizados del gobierno nacional.
Bullrich hizo una autocrítica en nombre de la dirigencia política antes de dar paso a lo que denominó “12 puntos básicos inamovibles” en la búsqueda de un acercamiento que ponga fin al actual escenario de posturas poco menos que irreconciliables. “La maldita grieta no es más real que los miles de puntos de encuentro que tuvimos y seguiremos teniendo”, remarcó en el escrito que hizo público.
El ex ministro y senador nacional enfrenta un dramático cuadro de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), enfermedad que lo obligó a dejar su banca en el Congreso Nacional a fines del año 2021.
Precisamente, el día de su última presencia en una banca del Senado, Bullrich pronunció un muy recordado mensaje de renuncia que desde esta misma columna de opinión mereció la calificación de lección cívica. En esa oportunidad advirtió sobre los riegos que ya significaba para el país mantener una atmósfera política y social de constante tensión.
En aquel momento remarcó el ahora ex legislador que “el país clama por consensos” y recordó algo siempre muy pregonado, pero casi nunca llevado a cabo en la vida política argentina: los adversarios nunca son enemigos. “Los políticos, todos, hemos sido culpables de gobernar con los tapones en los oídos. Nosotros también”, remarcó en alusión a la dirigencia de Pro, partido al que siempre perteneció. “Nadie tiene más tiempo para eso”, advirtió una vez más.
Y dio otro notable ejemplo de honestidad y humildad, cuando varios de quienes ocupaban bancas legislativas junto a él le pidieron que no renunciara y siguiese siendo legislador en forma remota, valiéndose de los adelantos tecnológicos actuales. Respondió también con contundencia: “No hay hombres imprescindibles, hay actitudes imprescindibles”.
Esteban Bullrich se destacó siempre por su correcta conducta y firmes convicciones humanísticas y religiosas que, sin duda, sustentan su actual esfuerzo por poner en marcha un sendero de diálogo y reconciliación entre la dirigencia política.
El momento elegido para lanzar esta loable iniciativa no deja de ser oportuno, ya que, si bien se encuentra avanzado el calendario preelectoral nacional, todavía existe el tiempo suficiente para ablandar posturas y procurar que el camino hacia las urnas se concrete por carriles transitables, de respeto entre partes y de entendimientos elementales entre contendientes.
Sería ilusorio suponer que la enorme crisis económica y social que viven los argentinos se solucionará solamente con el cambio o la continuidad que surgen del acto de votar. Se requerirán los consensos que, con el esfuerzo que supone afrontar su enfermedad, Esteban Bullrich intenta instalar en el corazón de los políticos.