Causó alarma y zozobra entre autoridades y público en general la penosa seguidilla de incidentes viales fatales que se registraron en Mendoza durante el último fin de semana largo.
Por supuesto, nada es comparable con el pesar de las familias que perdieron a sus seres queridos en esos percances.
Todos los siniestros fueron conmocionantes, pero los que más impacto causaron fueron los accidentes de la ruta nacional 40, en jurisdicción de Pareditas (San Carlos), donde fallecieron el conductor de una camioneta de 56 años y sus dos hijas, de 9 y 11 años, y el de la ruta nacional 7 (camino a Chile), en Punta de Vacas, que terminó con la vida de un motociclista de 58 años y de su acompañante mujer, de 48.
El luctuoso feriado por el carnaval también registró la muerte de dos motociclistas más, en hechos ocurridos en San Rafael y Santa Rosa, respectivamente, mientras que en Maipú se produjo el deceso de un ciclista de 20 años.
Para agregar más dramatismo a este cuadro de situación, en el anteúltimo día del feriado, el lunes pasado, se produjeron dos accidentes graves con automovilistas en estado de ebriedad, uno de ellos sobre el siempre complicado y peligroso Acceso Sur, en jurisdicción de Luján de Cuyo, con el saldo de dos hombres hospitalizados con lesiones de gravedad.
Hemos reiterado que los incidentes viales son sucesos inesperados, que ocurren de manera súbita, sobreviniendo, en muchas ocasiones, la muerte de los protagonistas de los hechos, o, en su defecto, lesiones traumáticas, muchas de ellas de recuperación lenta y con potencialidad de dejar secuelas permanentes.
Habrá que esperar los resultados de las pericias y estudios que personal especializado puso en marcha al producirse los accidentes descriptos.
Desde esta columna bregamos por el manejo defensivo de todas las unidades que se desplazan por la vía pública, sean motocicletas, automóviles, camionetas o vehículos de carga.
Como sostienen los expertos en seguridad vial, para poder prevenir estos incidentes, primero hay que reconocer y asumir que no son producto del azar, sino que se producen por una acumulación de causalidades que dan como resultado final un efecto no deseado, muchas veces evitable.
Entonces, no estamos en condiciones de analizar las causas de los ocho episodios que enlutaron las rutas de nuestro territorio. Pero, por una regla que es bastante frecuente, los percances de tránsito son casi siempre el resultado de la negligencia, la impericia o la imprudencia al no respetarse las leyes de tránsito vigentes.
Sin echar la culpa a nadie, pero dado el actual panorama de reiteración de accidentes graves y gravísimos que otra vez registra la provincia, se hace necesario que el Estado reactualice sus planes de prevención y control y que los usuarios extremen el cuidado en el manejo de sus unidades.
Además, el estado de conservación de los vehículos debe ser considerado en su real dimensión. La falta de mantenimiento adecuado de los rodados contribuye al problema de las lesiones por colisiones o vuelcos.
En cuanto a la existencia de conductores que manejan con determinados niveles de alcohol en sangre, se debe imponer todo el peso de la ley para desalentar esas conductas, que se cuentan entre las más peligrosas.