Las importantes protestas sociales del lunes volvieron a demostrar que una buena proporción de la ciudadanía no está dispuesta a dejar de expresar disgusto y preocupación por las controvertidas iniciativas que el oficialismo pretende imponer.
Esta nueva convocatoria, también llamada “banderazo”, tuvo como principal reclamo los alcances de la reforma judicial, que impulsa el Ejecutivo y se tramita en forma rápida en el Senado de la Nación.
El llamado se hizo a través de las redes sociales, pero, a diferencia de anteriores convocatorias, esta vez hubo un explícito apoyo político por parte de sectores de la oposición, en virtud de la preocupación que genera el posible avasallamiento de la Justicia si prospera la controvertida iniciativa oficial. Ese fue el tema más convocante.
En general, no se produjeron incidentes y las multitudes que se volcaron a las calles en el país buscaron respetar las normas de distanciamiento vigentes a raíz de la pandemia. Eso explica la gran cantidad de vehículos que se pudo observar. Fue un gesto de madurez colectiva, puesto que el oficialismo argumentó, antes de las manifestaciones, que éstas pondrían en riesgo la salud pública si no se respetaban las normas vigentes para preservar la salud.
Definitivamente, la preocupación ciudadana comienza a ubicarse en el deterioro institucional que puede comenzar a registrarse en la Argentina si prospera la reforma de la Justicia pensada por el kirchnerismo.
No debe olvidarse que la primera reacción en las calles fue en respuesta a la pretendida expropiación de la empresa Vicentín, lo que, en caso de haber prosperado, podría haber constituido el inicio del avance sobre el capital privado bajo el paraguas protector (argumento) de la presencia estatal. Todo argumentado en el deterioro económico generado por el efecto de la pandemia.
Además de sus críticas a la oposición, el oficialismo no dudó un instante en responder a las protestas del lunes agilizando el trámite parlamentario de su reforma judicial y eventual acecho a la Corte Suprema. Un apuro desmesurado para un debate de tal envergadura institucional. Y una lamentable señal de que la búsqueda de más impunidad ante hechos de corrupción en el país puede dejar de ser una intentona para transformarse en una realidad.
Es lamentable que en tan pocos meses de gestión se genere y potencie un clima político y social de tanta agresividad. Ya hemos señalado en estos espacios, y vale reiterarlo, que el disenso nunca debería superar la barrera de la tolerancia. Pero para que eso sea posible es menester que quienes conducen políticamente el país cumplan con su promesa de búsqueda de la unión entre los argentinos y no fomenten más rencor. ¿A qué pretendió referirse el jefe de Gabinete de la Nación, el lunes, cuando públicamente pidió disculpas a los médicos, en nombre del Gobierno, por no haber podido (éste) evitar la manifestación en su contra? ¿Habrá pretendido admitir que la prolongada “cuarentena” es a la vez una estrategia de control de las libertades ciudadanas?
Además de torpe, una reacción preocupante de un funcionario de alto rango del Ejecutivo nacional, porque sin prudencia ni templanza será imposible sellar la tan perjudicial grieta ideológica que nos afecta cada día más a todos los argentinos.