La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) debió paralizar la construcción de una minicentral nuclear en Lima (provincia de Buenos Aires) y de un reactor multipropósito (RA-10) en el Centro Atómico de Ezeiza, por no contar con los recursos económicos necesarios para su continuidad.
La causa no es otra que el ajuste en las cuentas estatales implementado por el Gobierno nacional, que pretende que las distintas reparticiones del Estado funcionen con el mismo dinero que les asignó el presupuesto para 2023, que se diseñó y se votó en 2022, y aun cuando tuvimos una inflación del 200% el año pasado.
Con respecto a la situación específica del Conicet y sin una adecuación presupuestaria, al sistema científico en su conjunto y a cada una de sus instituciones, resulta imposible mantener vigentes todas sus líneas de investigación y todos sus planes.
Con todo, el caso de la CNEA es más grave aun. Por un lado, porque es uno de los tantos organismos en los que el presidente Javier Milei sigue sin nombrar funcionarios. Adriana Serquis, presidenta de la CNEA, presentó su renuncia antes del cambio de gobierno y aún no se la aceptaron.
Por otro lado, el Gobierno nacional tiene ya no un atraso en la ejecución presupuestaria acordada, sino una importantísima deuda con la CNEA, ya que le transfirió apenas el 11% de lo pactado. Por lo que la CNEA sólo está pagando sueldos y becas, y mantiene deudas con sus proveedores. Ante el incumplimiento de lo que su momento se pactó con la Secretaría de Energía, la CNEA paró las obras. Si el Gobierno hubiera cumplido al menos esa obligación, acaso no habría sido necesario suspenderlas.
Las obras paralizadas no son superfluas, sino altamente relevantes. La mini central nuclear de Lima tendrá el primer reactor nuclear de baja y media potencia íntegramente diseñado y construido en el país. Es ideal para abastecer de electricidad a zonas alejadas de los centros urbanos. Cuando empezó su construcción en 2014, no había en todo el mundo otro proyecto semejante en marcha. El programa de trabajo incluye el diseño de un modelo del mini reactor algo más potente, para ofrecerlo en el mercado internacional.
El RA-10 es considerado un reactor multipropósito, porque permitiría cuadruplicar la producción de radioisótopos de uso médico, así como materiales para la fabricación de chips de computadoras de alta potencia. La parte civil de la obra está lista, y la obra en su totalidad se completó en un 85%. El mini reactor tiene un 70% de la obra lista y el plan contemplaba ponerlo en marcha en 2027.
¿Tiene sentido abandonar estas obras, que representan programas científicos de avanzada, en nombre del equilibrio fiscal? Si por alcanzar el equilibrio fiscal el Estado deja de funcionar, celebrar la consecución del objetivo se torna absurdo. Resulta entonces inexplicable e inadmisible que una mera obcecación económica ponga en riesgo proyectos tan importantes para el país.