El Gobierno nacional encara, entre las reformas que impulsa, una ambiciosa revisión del sistema electoral vigente. Apunta, principalmente, a la supresión de las elecciones primarias abiertas y a la implementación en los comicios nacionales del sistema de boleta única, que ya se utiliza en Mendoza y en otros distritos electorales.
Dejaremos pendiente por el momento la consideración sobre lo que se pretende hacer con las primarias, conocidas como PASO, puesto que ya desde sectores de la oposición han aparecido opiniones al respecto y es muy probable que el oficialismo deba reformular su postura inicial para lograr consensos.
Sí cabe referirse, sin embargo, al nuevo intento a favor de la boleta única para remplazar a la habitual lista sábana con la que se vota en la Argentina desde hace muchas décadas. Este proyecto cuenta ya con media sanción en el Congreso, con aprobación de Diputados en 2022, pero se encuentra prácticamente olvidado en el Senado.
La implementación de la boleta única, como se sabe, significa que no haya más una boleta por cada partido o coalición y todos los competidores estén incluidos en un mismo impreso, marcando el votante al candidato de su preferencia. Es el Estado el único responsable de la impresión y distribución de boletas.
Es loable que desde el Ejecutivo Nacional se propicie mejorar el sistema de votación en el país, con más razón cuando los antecedentes en las provincias que utilizan la lista única son mayoritariamente favorables. Así se colabora con la calidad de la democracia, basada en la elección que hacen los ciudadanos.
Como hemos señalado en anteriores oportunidades desde este espacio de opinión, es obligación de la dirigencia política buscar los mecanismos que mejor reflejen la intención del votante. Por lo menos, se debe tender a la aplicación de mecanismos que garanticen más transparencia en los procesos eleccionarios, ya que la lista sábana permite que detrás de una o dos personalidades políticas convocantes que encabecen una nómina se vote simultáneamente a personas que, como ya se ha visto en muchas oportunidades, no cuentan con adecuados antecedentes políticos y sólo tienen el mérito de prestarse para completar un listado.
Además, se trata de un sistema que permite simplificar la tarea de fiscalización durante los comicios, al quedar de lado, entre otras situaciones, la pérdida o adulteración de boletas que suelen reiterarse en las votaciones con el sistema tradicionalmente aplicado. Se gana en transparencia y eficiencia y se aporta igualdad de oportunidades para todas las representaciones partidarias que se presentan a una elección.
Y en esta última línea, también es significativo el ahorro que se produce en la impresión de boletas, ya que la misma se reduce a una sola que reúna a todas las agrupaciones partidarias o coaliciones que se presenten a una determinada votación. El sistema actual, de boleta o lista sábana, supone un gasto innecesario y muchas veces incalculable y estéril en papel, puesto que dichas tiras de candidatos no sólo se colocan en el denominado cuarto oscuro durante el día de votación, sino que también se reparten en la vía pública o en forma domiciliaria a modo de propaganda partidaria.
Es de esperar que la modernización en el funcionamiento del Estado que pregona la actual gestión nacional logre avanzar en un proceso, como el de la boleta única, que no debería merecer ningún tipo de objeción.