No se trata de dolarizar, sino de tener un plan integral

En realidad, lo que la mayoría de la dirigencia política debiera afirmar con claridad es que Argentina no necesita reemplazar al peso por el dólar. Lo que necesitamos es un plan de estabilización macroeconómica que interprete que la inflación es, fundamentalmente, un problema monetario.

No se trata de dolarizar, sino de tener un plan integral
Dolarización

A la luz del cimbronazo cambiario de los últimos días, con el dólar blue orillando transitoriamente los 500 pesos, diversos actores del campo político y del ámbito productivo debatieron en los medios alrededor de la principal propuesta del diputado Javier Milei: ¿es posible dolarizar la economía?

La polémica demuestra que el orden político opera como un ecosistema: los distintos agentes se posicionan en relación con el discurso que adoptan los demás.

No hay lugares vacíos que un recién llegado pueda ocupar. Para consolidar su ingreso, la nueva estrella tiene que apropiarse de espacios que les correspondían a otros.

Por ejemplo, en los medios de comunicación: como las encuestas señalan que Milei podría tener un alto caudal de votos en las próximas elecciones presidenciales, los medios no sólo entrevistan a Milei y a su entorno, analizan sus propuestas y su táctica, sino que además les preguntan a políticos de otras fuerzas qué opinan de sus ideas.

En ese contexto, mientras el precio del dólar paralelo se disparaba y azuzaba la inflación, la factibilidad de la dolarización ocupó un lugar central en la agenda de los medios.

Opinaron políticos y economistas, candidatos y funcionarios, de todo el espectro ideológico.

En resumen, la tendencia dominante de esas opiniones fue descartar la propuesta de Milei porque el país no tendría una masa suficiente de dólares para evitar que, al tener que cambiar todos los pesos que hay en circulación, se dispare su precio a valores irracionales.

En concreto, según las diferentes cuentas que presentaron algunos de quienes intervinieron en el debate, si nos dolarizáramos hoy, debiéramos entregar entre 2.500 y 10 mil pesos por un dólar.

Lo que se intentaba demostrar es que con un dólar a cinco mil pesos, la jubilación mínima sería de 11 dólares. Entonces, todos los jubilados que cobran esa suma quedarían bajo la línea de pobreza.

Luego, la dolarización agravaría nuestros problemas, no los solucionaría.

Es una coincidencia curiosa, porque si se extrema el razonamiento se concluye que sería una buena idea, pero que no es el momento propicio para ponerla en práctica.

Es como si dijésemos: ahora no nos conviene porque tenemos pocos dólares en el Banco Central; esperemos a que se reconstruyan las reservas, de modo que, al cambiar pesos por dólares, el valor de cambio resulte razonable.

En realidad, lo que la mayoría de la dirigencia política debiera afirmar con claridad es que Argentina no necesita reemplazar al peso por el dólar.

Lo que necesitamos es un plan de estabilización macroeconómica que interprete que la inflación es, fundamentalmente, un problema monetario.

Bajo ese principio, el Estado no podría emitir moneda para solventar su déficit y debiera limitar la posibilidad de endeudarse para ponerse como objetivo de coyuntura el déficit cero, pero como objetivo estructural el superávit fiscal.

Si además el plan se propusiese un crecimiento sostenido de la economía, a medida que lo lograra nuestra moneda dejaría de devaluarse y los argentinos volveríamos a confiar en ella.

Es tarea de la política consensuar ese programa con los demás actores sociales.

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