No son alentadores los pronósticos del Banco Mundial acerca de la economía global de cara al año que empezó y que en la Argentina estará marcado por una campaña electoral que ya se lanzó informalmente en los balnearios y en los festivales de verano.
El contexto internacional en el que nuestro país elegirá presidente y renovará parte del Congreso será complejo, según el informe de la entidad que preside David Malpass. De acuerdo con sus últimas previsiones, el mundo crecerá en 2023 apenas 1,7%, menos de lo que preveía en el informe anterior. Es el tercer ritmo de avance más débil en casi tres décadas, detrás de las recesiones mundiales de 2009 (provocada por caída de Lehman Brothers y el estallido de la burbuja inmobiliaria en EE.UU.) y de 2020 (causada por la pandemia de Covid).
Para el Banco Mundial “esta desaceleración se debe, en parte, a la aplicación de políticas restrictivas destinadas a frenar la alta inflación”y advirtió que “una mayor inflación que imponga más restricciones o generen tensión financiera, podría empujar la economía mundial a la recesión”.
En ese escenario de desaceleración de la actividad planetaria, la inflación, los controles de cambio y las restricciones a las importaciones serán un enorme obstáculo para la economía argentina y reducirán el crecimiento a un 2%, lo que implica un fuerte descenso respecto del 5,2% que habría sido el porcentaje de crecimiento en 2022. El Banco Mundial y el FMI, no obstante, pronosticaron que las inversiones para la construcción del gasoducto desde Vaca Muerta representarán un eventual alivio para las cuentas fiscales, pues, en principio, ya no será necesario importar energía durante varios meses de este año.
Más allá de que el Gobierno nacional sabe que la inflación y las restricciones en el mercado de divisas representan obstáculos casi insalvables para el crecimiento de la actividad, no tiene muchas alternativas para mejorar la situación dado que carece de la posibilidad de acceder a créditos internacionales. Tampoco puede forzar los ajustes más de lo que lo está haciendo, pues corre el riesgo de acentuar sus conflictos internos y provocar una ola de protestas sociales.
Todos esos factores muestran que el panorama es crítico y sería irresponsable de parte los dirigentes políticos que aspiran a la máxima investidura nacional apelar a promesas inconsistentes o a fórmulas mágicas para obtener un rédito electoral. Lo que deben hacer son diagnósticos bastante objetivos acerca de la gravedad de esos problemas. De modo que si hace falta una base sobre la cual construir mínimos consensos para diseñar políticas públicas, esta puede ser la conciencia compartida de las dificultades que tendremos que atravesar los argentinos para mejorar nuestra calidad de vida y consolidar la democracia de cuya recuperación se cumplen 40 años este 2023.