Un análisis del Ieral-Fundación Mediterránea detectó que, en promedio entre marzo de 2020 y marzo de 2021, los salarios en el país perdieron casi 4 puntos contra la inflación. El dato contradice la optimista y superficial afirmación del jefe de Gabinete de la Nación, Santiago Cafiero, quien aseguró que “los salarios le están ganando a la inflación”, tendencia que el Gobierno espera acentuar este año. “Por eso dejamos las paritarias abiertas”, sostuvo el funcionario.
Lo último es correcto, pero representa, apenas, una ilusión económica. Los gremios pueden haber acordado una cláusula de revisión para que los sueldos de sus representados no sigan deteriorándose demasiado. Pero no más que eso. Los mejores acuerdos salariales del último tiempo fueron los de la construcción (48%), bancarios y la sanidad (45% en ambos casos). Ninguno de ellos empata con la expectativa inflacionaria, que ronda, como piso, el 50%, aun cuando el Gobierno había fijado en el Presupuesto para este año una inflación del 29 por ciento.
Además, la competencia sindical por ver quién consigue el aumento más alto suele provocar una inercia inflacionaria que rápidamente deteriora esa ventaja momentánea.
Para calibrar con precisión el tenor del problema, hay que abrir la serie histórica y remontarse varios años. En un sentido, se podría relacionar el retraso salarial con la pérdida constante de puestos formales de trabajo: entre marzo de 2018 y comienzos de 2021, desaparecieron casi 450 mil empleos. Esos trabajadores migraron a la informalidad o al cuentapropismo, si es que no están desocupados.
En otro sentido, desde 2014 hemos tenido al menos tres años con fuertes devaluaciones del peso: 2014, 2016 y 2018. En los tres, la inflación les ganó a los salarios. En los años intermedios, 2015 y 2017, los sueldos apenas si empataron con la inflación o estuvieron un par de puntos por encima, o sea que nunca recuperaron el terreno perdido inicialmente. Y desde 2018 hasta este año cayeron, como mínimo, alrededor de un 20 por ciento.
Mientras tanto, el oficialismo sigue contándonos el relato del modelo de consumo vigoroso. Por supuesto, en el amplio campo de los consumos populares no hay un solo indicador que permita suponer que está dando resultados positivos. Y ciertos consumos propios de las clases medias y altas, como la compra de vehículos, se muestran atados a la evolución de la pandemia. Cuando los números del coronavirus son alentadores, aumentan; cuando se tornan preocupantes, disminuyen.
De todos modos, con menos trabajo e ingresos que cada vez valen menos por la inflación, la incertidumbre domina el escenario y alcanza a todos por igual.
En términos gubernamentales, la responsabilidad por estas cifras es tanto de Cristina Fernández como de Mauricio Macri y, ahora, de Alberto Fernández.