En una reciente disertación con motivo de un agasajo que se le brindó por su pronto retiro, el juez de la Corte Suprema de Justicia Juan Carlos Maqueda hizo importantes advertencias sobre el cumplimiento de los mecanismos democráticos y republicanos en un mundo cada vez más convulsionado y en casos refractario a esos principios.
Dijo observar “nubarrones en la democracia” y justificó esa mirada con un pedido, a la vez: respetar los roles de los poderes Legislativo y Judicial “por el avance de los gobiernos sobre ellos”. Todo fue enmarcado por el juez supremo en un contexto mundial en el que imperan cada vez más “la desorganización y la incertidumbre global”.
Tuvo, por otra parte, una mirada muy fuerte sobre el valor de las instituciones citando reflexiones de los recientes ganadores del Premio Nobel de Economía, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, quienes pusieron énfasis en el rol de las instituciones estables en el desarrollo de las naciones. “Hasta ahora se creía que el desarrollo dependía únicamente de buenas políticas económica, pero estos autores nos han mostrado que la estabilidad institucional es fundamental”.
Además, el doctor Maqueda fue contundente en el apuntalamiento de su pensamiento cuando señaló que en la actualidad en determinados países “no se perciben tan claramente las diferencias entre democracia y autocracia. Los límites son cada vez más difusos”, puntualizó.
Con su mirada global del conflictivo panorama que avizora llamó a reivindicar a los poderes legislativos y judiciales, “que son esenciales para limitar los excesos del Ejecutivo”.
Muchos se pueden preguntar por qué razón el juez Maqueda no hizo públicas estas inquietudes y preocupaciones con anterioridad. Como respuesta corresponde decir que es sabido que un magistrado judicial difícilmente pueda expresar un punto de vista político y hasta jurídico si no es a través de sus sentencias. Esa es la respuesta a una actitud tan prudente y digna de imitar.
El pensamiento del juez a punto de dejar la Corte Suprema debería servir como guía, o manual, para consultar por la política y los magistrados en momentos en los cuales los roles muchas veces se confunden o desvirtúan y, de ese modo, se resienten las instituciones republicanas.
Y hay al respecto un ejemplo local al alcance de la mano: el abordaje legislativo del caso del senador Edgardo Kueider, hallado con más de 200.000 dólares no declarados en un paso fronterizo. En lo estrictamente formal hay dudas sobre la validez de la sesión, presidida por la Vicepresidenta de la Nación cuando ya estaba a cargo del Poder Ejecutivo por encontrarse en vuelo fuera del país el Presidente de la Nación. También surge polémica sobre el desenlace: directa expulsión, cuando algunas voces sugerían la suspensión hasta tanto se expidiera la justicia, al margen de la lógica necesidad de dejar de lado todo tipo de tolerancia con quienes delinquen en la función pública, que es lo que evidencia este caso.
Se trata solamente de un ejemplo de cómo muchas veces la pasión se impone sobre la razón a la hora de tomar decisiones que no deberían hallarse influidas por aspectos pasionales, sino por el justo apego a los mecanismos que prevé la ley.
Es por ello que las advertencias de un magistrado de la Corte a poco de dejar su cargo tras una extensa trayectoria son de necesario respeto.