Tiempos muy complicados son los actuales para el arbolado público mendocino, la benéfica protección natural que tenemos los hombres y mujeres que habitamos nuestro territorio: Jornadas de temperaturas elevadas, lluvias más bien escasas dentro del promedio anual de 200 mm, e insuficiencia de caudales para regar de manera artificial la masa arbórea que se distribuye en parques, plazas, calles, rutas y otras superficies. Sin esa cobertura vegetal, la vida y el desarrollo de las actividades humanas en nuestro suelo sería poco menos que imposible.
Cualquier recorrido por zonas del Gran Mendoza y otros lugares de la provincia, deja entrever que la riqueza inigualable de los árboles todavía está a la vista y nos ofrece su manto protector. Pero, son muchos los ejemplos donde la falta de un regadío adecuado comienza a mostrarnos ejemplares enfermos, con ramas quebradizas y otras que presentan colores y síntomas que preanuncian que se están secando paulatinamente.
El panorama de sanidad y crecimiento apto de los forestales se ensombrece más cuando se especula que el Departamento General de Irrigación (DGI) dejaría de regar el arbolado público a través de las acequias, como medida para contrarrestar la crisis hídrica, derivada de los bajos niveles de nuestros ríos principales.
Entonces, la realidad es menos líquido circulando por las cunetas y municipios en riesgo de recibir dotaciones más escasas y dificultades para almacenar líquido en los depósitos de plazas y otros sectores, que hoy posibilitan regar muchos espacios públicos. Cualquier vecino de la Región Metropolitana aprecia estas operaciones de riego en los barrios que poseen los necesarios pulmones que constituyen las plazas, plazoletas y otros segmentos donde el verde da un respiro ante las marcas inclementes del estío.
Especialistas consultados por este diario, señalan que los árboles deben ser considerados integrantes del concepto de producción. Esto es que además del imprescindible aporte de agua para el consumo humano, se debe asegurar las entregas del riego de la producción agraria, y dentro de este capítulo tener en cuenta a los forestales del ámbito público.
Suscribimos plenamente a la ingeniera agrónoma Claudia Fernanda Martínez, quien sostiene que “hay que cuidar todos los recursos naturales de la provincia, empezando por el agua, pero también la forestación urbana como la nativa, el suelo y la fauna”. Además de asegurar que “tanto las acequias como el arbolado son un patrimonio cultural y ambiental”. Es que la forestación urbana aporta numerosos servicios ecosistémicos a la ciudad y a la calidad de vida de los habitantes.
Creemos necesario entonces resaltar la progresiva carencia del agua necesaria para el riego del arbolado público por el sistema de acequias usado tradicionalmente.
Ello obliga al urgente estudio de un nuevo método sustentado en el uso racional del escaso recurso hídrico disponible, claro que con la colaboración de los ciudadanos.
El sector agrícola utiliza extensivamente el riego por goteo, método que debería estudiarse si es adaptable al arbolado de calles y plazas del Gran Mendoza y centros urbanos de la provincia.
La implementación del nuevo plan de riego quedaría dispuesta ya sea por una ley de urgente dictado por la Legislatura o un decreto del Poder Ejecutivo, disponiendo la constitución de una comisión que estudie y formule el plan en un plazo determinado. De ese grupo o comisión participaría la Superintendencia de Irrigación, los municipios, los centros académicos y de investigación y representantes de uniones vecinales y dirigentes comunitarios.
