Los números de la inflación en nuestro país siguen batiendo récords y generando preocupación. En el 2022 recientemente finalizado se registró el índice anual más alto desde 1991, 94,8%. Asimismo, la suba de precios de diciembre fue de 5,1%, un poco más que en noviembre, que había sido de 4,9%.
En el Gobierno pretenden insuflar optimismo. Conocido el índice de diciembre, el ministro Sergio Massa no tardó en hacer público su punto de vista: la inflación está “a la baja” desde que él asumió en Economía.
Es verdad, pero seguir superando el 5% mensual de ninguna manera significa haber sorteado la zona de riesgo.
Hasta el momento, no se ha encontrado el rumbo para ganarle al drama inflacionario del país.
Por otro lado, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, sorprendió una vez más diciendo que el objetivo que se planteó Sergio Massa cuando tomó la conducción económica “fue que a fin de año la inflación no llegara a los tres dígitos. Y se cumplió”. Muy lamentable razonamiento. Casi una triste resignación. ¿Con tan poco pretende el gobierno nacional que nos consolemos los argentinos?
Hay que señalar que no se llegó al 100% en el año en el nivel general de inflación, pero hubo rubros puntuales, con fuerte incidencia en el bolsillo, que tuvieron duplicaciones, como es el caso de indumentaria y calzado, que superaron el 120%.
Además, hay un dato que no es tenido en cuenta por el Gobierno: en sus tres años de gestión la presidencia de Alberto Fernández ha acumulado casi 300% de inflación, superando el número que dejó la gestión de cuatro años de Mauricio Macri, de 295 puntos.
La actual conducción económica apuesta al éxito de los precios congelados durante cuatro meses y a aquellos para los que se les autoriza un 4% mensual de incremento durante el mencionado cuatrimestre veraniego.
Mientras tanto, se apela desde el Gobierno a métodos no novedosos, pero siempre desagradables, para intentar evitar que los precios sigan subiendo: un control supuestamente más estricto, ahora en manos de gremialistas (camioneros) y dirigentes de organizaciones sociales. Un desatino, porque se potencian mecanismos que nunca llegan a los efectos deseados. Además, incomodan aún más a empresarios y comerciantes, pendientes de las idas y vueltas de la política.
Al margen de esta sumatoria de medidas de dudosa efectividad, sí cabe rescatar premisas que el ministro Massa remarcó una vez más y que son realmente vitales para que los índices de la economía se orienten en el rumbo correcto.
El funcionario volvió a señalar, tras difundirse el índice de diciembre, que “para bajar la fiebre (la inflación) se requiere orden fiscal, disciplina, ponerse objetivos y no cambiarlos frente a una adversidad. Además, una mirada responsable de toda la dirigencia”.
Esa postura debería ser inamovible. Aparte de las exigencias lógicas de un año electoral, en el que la conducción económica deberá prever que el 94,8% anual que dejó 2022 constituye, a la vez, un piso muy alto para el año que recién comienza.
Un eventual rebrote inflacionario en pleno año electoral, con la frágil situación social vigente, podría ser nocivo para la credibilidad en el sistema político en general.