Cuando el Estado no interviene en los mercados, todo se mueve de acuerdo con unas pocas reglas, prácticas y taxativas. Por ejemplo, casi ningún actor querrá aceptar un bien que se deprecia de modo constante, ya que perderá gran parte de su valor mientras lo atesore. Por lo tanto, quien lo termine adquiriendo sólo lo hará si el vendedor lo entrega a un precio más bajo de lo que el mercado consigna en el momento de la transacción.
Pues bien, esto es lo que sucede con nuestra moneda en Paraguay. Las elocuentes cifras que presentó el diario El Nacional, al informar sobre la decisión de las casas de cambio, dan cuenta de la magnitud del problema.
Hace un año, el peso argentino se vendía a 30 guaraníes. Hace seis meses, su cotización había caído a 23 guaraníes. A principios de agosto rondaba los 16 guaraníes, y, tras las elecciones primarias, a mediados de mes, se ubicó en 12 guaraníes. El peso argentino hoy se compra en Paraguay a tan sólo 10 guaraníes, apenas un tercio de lo que valía hace un año.
Por supuesto, si comparamos las inflaciones que registran ambos países, el panorama empeora. Tras la difusión del índice de precios al consumidor de julio pasado, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) señaló que nuestra inflación interanual llegó al 115%. En ese mismo momento, el Banco Central de Paraguay informó que la inflación interanual en ese país era del 3,5%.
En ese contexto, la asociación de casas de cambio paraguayas entiende, según su titular, que la devaluación de la moneda argentina se acelerará de aquí a fin de año. Cuando la prensa le preguntó en qué se basaba para sostener esa afirmación, el dirigente esgrimió una proyección elaborada por el Bank of America, de Estados Unidos, que hablaría de un 70%.
Suponiendo que el 20% de devaluación que ya se aplicó tras las primarias constituya la primera parte de ese proceso, aún restaría un 50%. Si se concretara, el peso pasaría a valer, en el mejor de los casos, menos de 5 para la venta. ¿Habría algún precio al que convendría comprarlo? Si nada obliga a las casas de cambio de Paraguay a comprar nuestra moneda, ¿por qué lo comprarían en estas circunstancias?
Invirtamos la perspectiva: ¿debe preocuparnos esta decisión de los paraguayos o no nos afecta? Tendemos a pensar que las fronteras son líneas infranqueables. Sin embargo, constituyen una zona de alto tránsito de personas y de bienes, en un significativo intercambio comercial. Los argentinos que participan de esa dinámica se ven profundamente afectados por la constante depreciación de nuestra moneda.
Ante el creciente deterioro económico, que el Gobierno no puede ni siquiera frenar, en otros países vecinos podrían adoptar la misma posición. Quedaríamos aislados; a duras penas sólo podríamos interactuar entre nosotros.