Hace un año, el presidente de la Nación expresaba públicamente el deseo de su gobierno de declarar lo que consideró la guerra contra la inflación en la Argentina.
En ese momento, Alberto Fernández le contaba al país que pretendía “terminar con los especuladores. Vamos a poner las cosas en orden”, decía. Y mencionó en aquella oportunidad la incidencia en el descalabro de los precios de la por entonces reciente invasión de Rusia a Ucrania, que tuvo efectos temporarios en las economías europeas y de Estados Unidos, pero que no fue determinante hacia adelante.
En el caso puntual de la Argentina, según el diagnóstico del Gobierno de hace un año, las consecuencias de aquel conflicto bélico eran sólo “complicaciones económicas”. Todo se desarrollaba, sin embargo, en medio de una crisis creciente en el país y con efectos muy negativos en el aspecto social.
Fernández dijo que instruiría a sus colaboradores del área económica de entonces para la adopción de las medidas “de guerra” que él no anticipó en ese momento pero que, desde su punto de vista, debían tener un efecto positivo. Nada pasó.
Con posterioridad, durante todo 2022, el gobierno nacional transitó de fracaso en fracaso con sus estrategias económicas. Y no faltó una nueva apreciación presidencial, ya no hablando de la supuesta guerra que pensaba declarar su gobierno contra la inflación, sino suponiendo que ésta, en gran parte, “es autoconstruida, está en la cabeza de la gente”. Insólita falta de respeto al grueso de la ciudadanía.
Pero, si de guerra se trata se puede concluir que la inflación fue ampliamente ganadora tras el desafío del Presidente. El reciente índice conocido, 6,6% de febrero, golpeó muy fuertemente a las autoridades, que debieron reconocer públicamente que ese porcentaje excedió sus ya flojas expectativas.
El valor acumulado internanual, de 102,5%, es el más alto que se registra en el país desde el año 1991. De ese modo van cayendo uno tras otro los distintos argumentos con los que el gobierno del Frente de Todos ha pretendido en tres años justificar sus desaciertos en política económica, además de atribuir prácticamente toda la responsabilidad en el tema al anterior gobierno de Mauricio Macri, que tuvo un notorio fracaso económico, sin ninguna duda, pero que ya no puede ser utilizado como argumento cuando se está cada vez más cerca del final de un período de gestión de cuatro años.
Lógicamente, en el duro análisis que corresponde hacer del recorrido de la economía de estos últimos tres años también debe ser incorporado el actual ministro Sergio Massa, que hasta el momento no ha logrado tranquilizar la tendencia inflacionaria y que, por otra parte, ya genera puntos de vista encontrados entre sectores de la economía del país que no dejaban de mirar con expectativa su designación.
Se insiste con la adopción de verdaderos parches, o paliativos, de difícil efecto satisfactorio en el bolsillo de la gente, como los controles de precios, aunque siempre con diferentes denominaciones.
Queda la sensación de que el Gobierno simplemente procurará que el año electoral transcurra con la adopción de paliativos en materia económica que eviten extremos de malhumor social. Y qué hacer con la inflación será, una vez más, el gran interrogante a responder por los futuros candidatos.