A pesar de los fuertes aumentos que consiguieron los gremios más importantes en el último tramo del año, los salarios reales de todos los trabajadores perdieron poder adquisitivo frente a la inflación durante 2022.
De momento, los cálculos de los especialistas contienen números hasta el tercer trimestre –con una excepción– y son categóricos.
El Instituto para el Desarrollo Social (Idesa) estimó que mientras la variación interanual de la inflación a septiembre fue del 83 por ciento, la de los salarios fue del 78,7% en promedio.
Cuando se desagrega por sector, la realidad salarial se complejiza.
Quienes sufrieron la menor pérdida de su poder adquisitivo fueron los asalariados privados (con un aumento promedio del 80,2%) y los empleados públicos (78,2%).
El sector privado no registrado –quienes tienen ingresos informales– apenas consiguió aumentos del orden del 74,9%.
Al sector privado no asalariado y a los cuentapropistas les fue peor: entre el segundo trimestre de 2021 y el de este año, su variación salarial fue cercana al 55%, cuando la inflación había superado el 67%.
¿Podrán los aumentos salariales de octubre y noviembre compensar las pérdidas de cada sector cuando la inflación se aproxima al 100% anual? Difícil.
En última instancia, la pérdida del poder adquisitivo del salario es una dramática constante de los últimos años.
Para el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), entre enero de 2018 y septiembre de 2022 los trabajadores privados formales perdieron el equivalente a casi ocho meses de sueldo; los públicos, casi 10 meses; los informales, algo más de 12 meses.
Como en el mercado laboral argentino lo único que crece es el trabajo informal, de baja calidad, con nulos derechos sociales y escaso poder de negociación, o el cuentapropismo, el sector cuyos ingresos más ha sufrido la inflación es el que debiéramos tomar como parámetro para graficar la gravedad de la situación.
Redondeando, imaginemos que tuviéramos que solventar los gastos de los últimos cinco años percibiendo ingresos sólo durante cuatro años. Esa es la medida del deterioro.
El resto de los trabajadores está algo mejor, pero dentro de un cuadro igualmente negativo.
La metáfora del desempleo se aplica a todos por igual, aunque el período afectado se modifique levemente.
Veámoslo con un segundo ejemplo: la competencia inflación-salario de los últimos cinco años, al promedio de los empleados privados formales les impactó como ocho meses de desempleo virtual, y son los que menos perdieron.
Por supuesto, el deterioro no se detuvo todavía, sino que sigue su curso y se agrava mes a mes.
Por eso es tan urgente poner en marcha un plan de estabilización económica consensuado entre las distintas fuerzas políticas para que las medidas a instrumentar se conserven, como mínimo, durante el próximo mandato presidencial, sin importar quién gane las elecciones de 2023, y se proyecten más allá de 2027.
Sería negligente esperar un año más para frenar la inflación, recuperar el salario y reconfigurar los precios relativos de numerosas variables económicas.
La mayoría de los argentinos no puede esperar más un plan sensato.