La gravísima contaminación del agua potable

Estudios recientemente difundidos por científicos de universidades suecas y suizas determinaron que la mayor parte del agua disponible en un planeta escaso de ese elemento sin el que la vida resulta imposible contiene sustancias químicas de manera irreversible.

La gravísima contaminación del agua potable
La gravísima contaminación del agua potable.

La propensión de los seres humanos a destruir el medio ambiente parece haber alcanzado un hito histórico, un punto de no retorno: ya no queda en la tierra nada que pueda llamarse agua potable segura por la simple razón de que toda la disponible fue contaminada de modo imposible de revertir.

No deja de ser impactante que para causar semejante calamidad apenas si le demandó a la humanidad poco más de dos siglos, los años transcurridos desde los albores de la era industrial, que empezó en Inglaterra y se propagó por el resto del mundo.

Estudios recientemente difundidos por científicos de universidades suecas y suizas determinaron que la mayor parte del agua disponible en un planeta escaso de ese elemento sin el que la vida resulta imposible contiene sustancias químicas de manera irreversible. “Para siempre”, enfatizan los informes. Y se trata, como en otros muchos casos, de las consecuencias de décadas de imprevisión, tanto como de la inacción paliativa ante daños de magnitud planetaria.

Tal como los aludidos estudios consignan que la presencia de sustancias polifluralquiladas y perfluroalquiladas (PFAS) es definitiva, a pesar de que la producción de los químicos respectivos fue suspendida hace varios cuantos años por su mayor fabricante a nivel global (la empresa 3M. Minnesota Mining and Manufacturing Company, de los EE.UU.). Cuando ya era tarde, podría aportarse, y sin que por el camino se haya intentado la necesaria tarea de contención de lo que hoy resulta imposible acotar.

Lo que da una idea de la magnitud del daño ambiental suscitado es que aun el agua de lluvia –que históricamente se ha asociado a la pureza– también está muy contaminada, lo que se entiende fácilmente si se considera que es el producto de la evaporación del agua de superficie ya polucionada hasta niveles perjudiciales.

Y aun más dramático resulta saber que las PFAS están presentes en los hielos antárticos, en un continente que por décadas fue considerado el último reservorio de agua del planeta y un sitio distante de toda forma de contaminación, conceptos que hoy resultan parte de un pasado casi idílico e irrecuperable, al menos sin un enorme esfuerzo mancomunado de todos los países, industrializados, emergentes y subdesarrollados.

Sin dudas, la expresión “sustancias químicas para siempre” resulta aterradora a poco que se infieran las consecuencias de un proceso de degradación que puede modificar la vida tal como la conocemos, mientras por todas partes se multiplican las señales que dan la razón a quienes sostienen que la Tierra transita un período que bien puede describirse como su tercera extinción.

Lo que resulta aún más dramático es que en tal contexto sean tan pocos los individuos que en las máximas esferas del poder económico y político sean capaces de liderar una verdadera cruzada contra el cambio climático, y muchos hasta se niegan a reconocerlo, como si ninguna evidencia bastara para alarmarlos y hacerlos reenfocar sus intereses personales.

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